LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP - CC- 5.06

EL CHICO DEL PODER

Miguel Ángel (3).......James Curtnert............Cazador
Dani (5)..................Adrian Eastwood..........Agente de negocios de importación-exportación
Migu3l (4)...............Frank Donahew.............Arqueólogo del Museo Egipcio de El Cairo
Lvis (6)...................Steve Donahew............Antropólogo del Museo Egipcio de El Cairo y profesor de Universidad


En el pozo Nimberra, los investigadores se turnan para hacer guardias, mientras los dos camioneros, Cowles y Dodge duermen.
La primera guardia corre a cargo de Adrian Eastwood. Se desarrolla tranquilamente, sin nada que destacar hasta que ve que en el límite de la luz de la hoguera, aparece la figura de un muchacho. Cuando Eastwood se acerca para verle mejor, se da cuenta de que es un chaval aborigen, desnudo, que porta una vara de madera más grande que él. Asombrado, Eastwood percibe que el chico irradia una extraña luminescencia azul en la oscuridad. El chico le habla en aborigen, y viendo que no le entiende, se comunica con él por gestos. Hace unos curiosos dibujos en el suelo, y señala en una dirección; Eastwood mira hacia allí y se da cuenta de que es la de las coordenadas de MacWhirr, hacia donde se dirigen. Cuando vuelve a mirar, el chico ya no está. Es más, se da cuenta de que todo ha sido un sueño especialmente vívido cuando se despierta en el lugar del campamento en el que estaba haciendo guardia. Extrañado, Eastwood se dirige hacia el sitio en el que se encontró con el chico, ¡y ahí están los dibujos que hizo! Sin embargo, en la arena no hay huellas ni suyas ni del chico… ¿entonces era un sueño o no?
El sorprendido Eastwood avisa al siguiente en la guardia, que es Frank Donahew. Éste se queda en vela para ver como un curioso chaval, al parecer aborigen, se acerca a la penumbra de la hoguera. El chico va desnudo y porta alguna clase de vara ceremonial de madera, más alta que el propio chico, que Frank no reconoce. Tiene los ojos llamativamente redondos y despiertos, que transmiten una profunda sabiduría. Inusual para un chico de su edad. Frank, que no conoce el idioma aborigen, no entiende las palabras que el chico le dedica. Por signos, el chaval señala en una dirección (la de las coordenadas de MacWhirr) y después señala al cielo. Totalmente anodadado, Frank observa que en el cielo nocturno, en pleno desierto, hay un arcoiris. Cuando vuelve a mirar a donde estaba el chico, se da cuenta de que sólo estaba soñando…
Frank despierta a su primo Steve para que haga la siguiente guardia, que transcurre sin novedad; este último llama a Curtnert para que haga la última guardia. Tal y como acostumbra, Curtnert se aleja un poco del campamento para atacar por sorpresa a cualquier ser hostil que se aproxime. Sorprendidísimo, se da la vuelta cuando alguien le toca por la espalda. “¡Imposible, debería haberle oído!” Curtnert baja inmediatamente la guardia cuando se da cuenta de que quien le ha asustado es un chaval aborigen. Va desnudo y porta una vara de madera. Su mirada irradia benebolencia y tranquilidad. El niño le hace gestos para que le acompañe, y Curtnert le sigue por el desierto hasta llegar a una piedra roja de las tantas que hay por el paraje. Pero en la roca hay una puerta de madera. El chico la abre, y le hace gestos a Curtnert para que entre con él. Cuando la atraviesan aparecen en una habitación. Un dormitorio, en cuya cama está tendida Sofía Wells, a la que vela Jason Dallas. ¡Pero es imposible, ellos están a cientos de kilómetros de distancia, en la ciudad! En ese momento, entra por la ventana un gran murciélago de oscuridad, que obviamente sólo Curtnert y el chico pueden ver. El murciélago se mete en la cabeza de Wells, que empieza a delirar y a sufrir en la cama, mientras Dallas no puede hacer gran cosa. Entonces el chico señala con su vara a la cabeza de Wells, y un arcoiris entra por la ventana y cae sobre ella. En ese momento parece ponerse mejor. Cuando va a mirar al chico, Curtnert despierta en su puesto de guardia. Extrañadísimo, observa que reconoce la zona del desierto por la que se supone que fue con el chico, pero no hay huellas que indiquen que nadie haya ido por allí. Y llega a la piedra, la misma del sueño, pero que por supuesto no tiene ninguna puerta de madera.
Ya está amaneciendo y Curtnert vuelve al campamento para despertar a los demás. Ve que el profesor Dodge ya no está en su saco, y sus huellas se alejan del campamento. Tras despertar a todos, corre a seguir su rastro. Los demás se demoran un tanto mientras se despejan.
Curtnert observa que Dodge está hablando con un aborigen; cuando el aborigen ve a Curtnert, Dodge se da la vuelta y le hace señas para que se acerque. Al parecer, los aborígenes han oído hablar de la secta del murciélago. Saben que la región a la que se dirigen los personajes es peligrosa y que es mejor no ir allá. Dice que han oído que el murciélago ("Ngunung-Ngunnut") ha vuelto con la forma de un hombre blanco. El aborigen dibuja en la arena imágenes de unas extrañas huellas, grupos de círculos de unos 10 cm. que abarcan unos 2m., y el signo de la Secta del Murciélago, que los investigadores ya conocían.
Cuando llega el resto de investigadores, Adrian Eastwood comenta el extraño sueño que tuvo, en el que un chico aborigen le dibujaba esas mismas huellas. Entonces los demás hablan de sus sueños, y Dodge traduce como puede al intrigado aborigen; éste le comenta que han soñado con el Chico del Poder: “El Chico del Poder siempre fue distinto de los demás. Decía que había muerto tres veces y había nacido tres veces antes de que su madre le trajera al mundo. Decía que tenía dos madres, una que le contó nuestras costumbres y la otra que le contó secretos. Podía llamar a las lluvias cuando el más anciano de entre nosotros no podía. Sin embargo, como ayudante de la Gran madre, el Chico del Poder se olvidaría de nosotros y al final causaría la muerte de nuestro clan y de todos los demás. Para evitar una guerra, el clan del Chico del Poder abandonó los pantanos y el mar y desapareció. Los sueños que habéis tenido sin duda son importantes; haced caso de su mensaje.
Sin nada más que comentar, el aborigen se marcha con los suyos, que le esperaban a lo lejos. Dodge informa a los curiosos investigadores de que los aborígenes temen al hombre blanco, y que para tratar con ellos hay que ganarse su confianza con regalos y golosinas, y por supuesto olvidándose de las armas de fuego. Cuando Curtnert le pregunta, Dodge dice que tenía el sueño ligero y que al amanecer se despertó y fue a dar un paseo para despejarse. Entonces vio a lo lejos al aborigen, y fue a preguntarle por la zona a la que se dirigían: “Siempre viene bien algo de información”.
Sin más dilación, el grupo levanta el campamento y se dirige al Norte en sus dos camiones, hacia las coordenadas de MacWhirr.

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