S.2.8 Más sorpresas en la casa funeraria

Carmen.....Jolin Monre-Tyler.............Agente de la CIA, piloto de helicóptero, primo de Robert......POD 12
Lvis..........Mary Ann Monroe-Tyler.....Ingeniero aeronáutico de la NASA, esposa de Jolin...............POD 12
Galileo......David Monroe-Tyler..........Fotógrafo, artista, ocultista aficionado, primo de Robert.......POD 12

Mientras esperan los análisis los investigadores están decididos a investigar el túnel del cementerio. Pero cuando van hacia allí, ven que una figura embozada, que reconocen tanto del incidente del funeral como de su encuentro tras salir de investigar la habitación de Robert, está entrando subrepticiamente en la casa funeraria por una ventana. Intrigados, los investigadores deciden seguirla para ver qué se propone (N. del G.: en realidad éste es un recurso narrativo para conseguir que los investigadores volvieran a la casa funeraria para investigar en el sótano, ya que tras el encuentro que habían tenido allí no habrían vuelto sin una razón de peso. Robert está allí para asegurarse de que no hay nadie por la casa ni quedan pistas tras provocar el derrumbe de la entrada al túnel del sótano de la casa, pero los investigadores no tendrían porqué haberle visto entrar en otras circunstancias.)

Una vez en el interior por segunda vez, los investigadores tienen los nervios a flor de piel debido al anterior encuentro que tuvo lugar aquí. Es llamativo, pero no inesperado, que no haya ningún cordón policial, y por tanto, constancia oficial de que aquí haya muerto nadie. Probablemente el sheriff se hizo el tonto (N. del G.: cierto; es más, se limitó a no registrar las denuncias por disparos. Simplemente se acercaron por allí con las sirenas puestas, hicieron como que investigaban para que lo vieran los vecinos, a los que después tranquilizaron diciendo que no pasaba nada y por último se marcharon; más tarde se dedicará a ignorar las denuncias de la desaparición de los Myers, dando varios motivos para tranquilizar a los denunciantes, lo cual le dará tiempo para preparar la supuesta marcha definitiva de los Myers sin levantar sospechas.)

Puesto que en la planta baja no hay nada de interés y a la de arriba no quieren volver, descienden al sótano para ver si encuentran al escurridizo y misterioso vagabundo. No queda rastro de él, así que los investigadores se dedican a hacer lo propio por el sótano (N. del G.: cuando Robert les oye entrar en la casa consigue ocultarse hasta que bajan al sótano, momento en el que se marcha para informar al sheriff Clemens, quien a partir de entonces les vigilará sin que ellos lo sepan), que está formado por un conjunto de habitaciones en donde Myers, o algún empleado, recibe y refrigera los cuerpos que esperan ser embalsamados. Mientras trabajan sobre los cadáveres, éstos permanecen tendidos sobre mesas de acero y son vaciados de la sangre arterial, que es reemplazada por formol y otros líquidos embalsamadores más complejos. Los fluidos de las cavidades también se vacían por medio de unas gigantescas agujas y son reemplazados por líquidos similares. Myers trabaja cuidadosamente con los cosméticos para pre­sentar a los fallecidos en su funeral, incinera los restos morta­les en un horno especial y registra todo lo que ha hecho.

Todo es como debe ser en el sótano, salvo por un pequeño detalle: en la pequeña estancia en donde se encuentran los archi­vos, descubren que la habitación parece acabar más allá de la pared posterior donde terminan las otras habitaciones. Al examinar más detenidamente la parte de atrás de los archivadores, descubren una hendidura que pasa desaperci­bida en la pared. Al presionarla se escucha un "clic" que hace vibrar los archivadores. Entonces se dan cuenta de que están montados en un cojinete de bolas y que ruedan suavemente hacia un lado. Detrás de los archivadores se encuentra un pasadizo abovedado de baja al­tura que conduce a una habitación secreta. (N. del G.: Esta habitación oculta es el lugar en donde Myers rendía culto a los gules que viven bajo el Cementerio del Viejo Molino y donde se reunía con ellos.)

Cuando los investigadores ven el horrible contenido de esta ha­bitación la cabeza les da vueltas: el suelo está lleno de restos humanos como calaveras abiertas, huesos rotos sin médula y resbaladizos pedazos de carne rancia. Las paredes están salpi­cadas de sangre, tienen dibujados símbolos extraños y están cubiertas en algunas zonas por un material sospechoso, fino y correoso. Del techo cuelgan ganchos para carne donde están ensartados varios cuerpos para que lleguen al estado adecuado de descomposición. En el centro de la habitación hay un altar manchado de sangre que parece estar formado por un montón de lápidas. Al mirarlo en detalle, se dan cuenta de que todas las desco­loridas y deterioradas piedras llevan inscrito el apellido Wilkins, y además de que las delgadas losas de mármol no son lápidas, sino más bien bloques rotos, que deben de ser parte de los que había en el interior del antiguo mausoleo de los Wilkins. Encima del altar hay un tomo encuadernado con piel hu­mana. Cuatro velas, hechas de sebo humano, pueden encen­derse para iluminar el libro. Es un manuscrito, casi ilegible (N. del G.: de una traducción inglesa comentada de casi dos tercios de "Cultes des Goules", versión reducida del volumen original, escrito en francés.) Una vez hubo otro pasadizo para abandonar esta espanto­sa cámara, pero esa salida subterránea ha sido bloqueada por un derrumbamiento que ha tenido lugar muy recientemente, tal vez ese mismo día.

Los investigadores cogen el macabro manuscrito y abandonan este lugar de pesadilla. Ahora las cosas han cambiado, y prefieren esperar a las pruebas de ADN antes de internarse en el túnel del cementerio.



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