040 Solo contra el Wendigo
(20, 21)
Esa noche tienes escalofríos. Notas aún más frío cuando Charlie entra en tu pequeña tienda y te despierta. "¿Qué pasa? ¿Por qué hace tanto frío?", gimes.
"Jefe-doctor, venir ahora", suplica el guía. Te echas por encima la chaqueta y le sigues. Fuera la hierba, las piedras y las agujas de las coníferas están cubiertas de escarcha gris.
"¡Es imposible!", exclamas. "¡Aún es verano!"
"Mirar, jefe-doctor", gime Charlie, señalando al lugar en el que hacía guardia, sentado, Bernard Epstein.
El alumno yace curvado en posición fetal, y semioculto tras un tocón de árbol. Contienes el aliento. Epstein ha quedado reducido a una cosa encogida, fláccida, gimiente y babeante. Su frente desangrada está hundida, como una pelota desinflada. No te explicas cómo puede estar aún con vida en ese estado.
"¡Rápido, una manta!" gritas. Cuando Sylvia la trae, envuelves a Bernard con ella, y al hacerlo notas un olor indescriptible pero repugnante en el helado aire. Al tocar la chaqueta del infortunado joven, los dedos te resbalan en una grasa grisácea que le cubre todo el cuerpo.
Para resolver este misterio y vengarte de quienquiera que haya cometido esta atrocidad, ve a -41-; para huir, aterrorizados, del valle, ve a -43-.
4 MH
Esa noche tienes escalofríos. Notas aún más frío cuando Charlie entra en tu pequeña tienda y te despierta. "¿Qué pasa? ¿Por qué hace tanto frío?", gimes.
"Jefe-doctor, venir ahora", suplica el guía. Te echas por encima la chaqueta y le sigues. Fuera la hierba, las piedras y las agujas de las coníferas están cubiertas de escarcha gris.
"¡Es imposible!", exclamas. "¡Aún es verano!"
"Mirar, jefe-doctor", gime Charlie, señalando al lugar en el que hacía guardia, sentado, Bernard Epstein.
El alumno yace curvado en posición fetal, y semioculto tras un tocón de árbol. Contienes el aliento. Epstein ha quedado reducido a una cosa encogida, fláccida, gimiente y babeante. Su frente desangrada está hundida, como una pelota desinflada. No te explicas cómo puede estar aún con vida en ese estado.
"¡Rápido, una manta!" gritas. Cuando Sylvia la trae, envuelves a Bernard con ella, y al hacerlo notas un olor indescriptible pero repugnante en el helado aire. Al tocar la chaqueta del infortunado joven, los dedos te resbalan en una grasa grisácea que le cubre todo el cuerpo.
Para resolver este misterio y vengarte de quienquiera que haya cometido esta atrocidad, ve a -41-; para huir, aterrorizados, del valle, ve a -43-.
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