LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 5.02
PUERTO HEDLAND
Miguel Ángel (3).......James Curtnert............Cazador
Pablo (1).................Jason Dallas................Mercenario
Adrián (1)................Sofía Wells (Srta.)........Parapsicóloga (amiga de Jackson Elías)
Dani (5)..................Adrian Eastwood..........Agente de negocios de importación-exportación
Migu3l (4)...............Frank Donahew.............Arqueólogo del Museo Egipcio de El Cairo
Lvis (6)...................Steve Donahew............Antropólogo del Museo Egipcio de El Cairo y profesor de Universidad
Poco más que un pueblo, Puerto Hedland es la terminal y el puerto de embarque de una pequeña línea de ferrocarril que se interna en la región de Pilbarra. En las colinas bajas y achatadas del interior se han encontrado ricos filones de oro. En la actualidad, las minas más ricas están situadas en el otro extremo de la línea, Cuncudgerie, a unos 230 kilómetros al sureste de Puerto Hedland.
Desde esta ciudad los profesores Cowles y Dodge se van a encargar de hacer los preparativos para la expedición al interior del Gran Desierto de Arena. Esto dará a los personajes varios días para habituarse e ir a su aire. Pero antes de nada, el grupo va a visitar al albacea testamentario de los MacWhirr, Robert BF Mackenzie.
Éste les explica que Arthur MacWhirr estaba plenamente convencido de lo que había encontrado en el desierto y que era un ciudadano honrado y respetable.
Por extraño que parezca, sigue diciendo Mackenzie, hace varios años un americano se presentó en su casa, también interesándose en las notas, fotografías, etcétera de Arthur. No dijo cómo se había enterado de la existencia de este material. El tal “Mr. Howston” desapareció después de que Mackenzie le hubiese prestado casi todo el material que perteneció a Arthur. ¡Qué desagradecido! Cuando los personajes le muestran una foto de Robert Huston, Mackenzie le reconoce como el ladrón. (¡Así que no sólo Roger Carlyle y Hypatia Masters sobrevivieron a la expedición Carlyle, sino que también lo hizo el Dr. Huston!) Las cuatro placas fotográficas son todo lo que le quedó después del robo.
Desde que llegó a Australia, la Srta. Wells se ha empezado a sentirse bastante mal, así que debe rechazar la idea de unirse a la expedición. Mackenzie la invita a quedarse en su casa esos días. Los investigadores proponen usar unas radios de campaña para comunicarse con las señorita Wells en caso de emergencia. Jason Dallas también aguardará con la Srta. Wells por si surgieran complicaciones (por si algún sectario chiflado quiere atacarla, vaya). Así pues, a partir de ahora Wells y Dallas residerán en la casa de Mackenzie.
Las siguientes jornadas transcurren apaciblemente para el resto de los investigadores, entre cerveza y cerveza. Aprovechan para recaudar los rumores locales:
- Unos cuantos aborígenes del gran desierto de arena adoran a un dios con forma de murciélago, que parece tener bastante mal genio. Las caravanas y los ganaderos han encontrado cadáveres. Las víctimas habían perecido a causa de algún tipo de enfermedad y estaban cubiertas de cientos de pequeñas heridas punzantes.
- Se dice que el jefe de una caravana de camellos que hace recorridos regulares ha visto realmente al dios-murciélago y dice que es la cosa más horrible que jamás vieran sus ojos. Desgraciadamente, este hombre está actualmente en uno de sus viajes y no volverá hasta dentro de varios meses.
- Se dice que un hombre blanco enloquecido es quien dirige la secta del murciélago, aunque algunos se burlan del relato diciendo que "blanco" quiere decir en realidad "mestizo."
- Una nueva narración aborigen dice que en el gran desierto de arena hay una fabulosa ciudad. Bajo ella ronca Buddai, un anciano de gran tamaño que duerme con la cabeza sobre el brazo. Un día Buddai se alzará y devorará el mundo. Esta narración ha sido atribuida a un aborigen, Johnny Bigbush, que trabaja en la Naviera Randolph aquí, en Puerto Hedland.
Los investigadores no tardan en ir al edificio de la Naviera Randolph en busca de tan interesante aborigen. El propietario es Toddy Randolph, un hombre obeso y brutal que siempre está de mal humor, menos cuando habla con otros borrachos. El almacén contiene una gran variedad de mercancías (N. del G.: el 10% de las cuales son de contrabando o de procedencia ilegal y que podrían costar al propietario al menos una multa y posiblemente una temporada en prisión). Randolph duerme en un rincón del mismo almacén, sobre un catre mohoso situado junto a su escritorio de tapa corrediza.
Randolph sólo les dice que Johnny Bigbush no hacía más que causar problemas y que por ello le despidió. Cree que volvió con su clan, en algún lugar cerca del río Daly, a unos 160 kilómetros al Sur. Randolph no sabe nada sobre leyendas aborígenes y no tiene ninguna otra información para los investigadores.
Mientras los investigadores están hablando con Randolph, todos excepto Steve Donahew (que anda embobado mirando y hurgando entre las cajas sin atender a la conversación) se dan cuenta de que hay un embalaje de tablas dirigido a la Fundación Penhew, Londres, que está marcado con un símbolo que podría identificarse con un muriélago y que descansa de forma bastante inestable sobre otros embalajes en el extremo del muelle de carga del almacén. Cuando la conversación acaba el sorprendido Steve da media vuelta para largarse con los demás, y tropieza de forma bastante torpe contra el montón de embalajes, derribando la caja dirigida a la fundación (que estaba en una posición bastante precaria en lo alto de la pila) que cae a la playa.
Mirando hacia abajo, todo el mundo puede ver que la blanda madera del embalaje se ha astillado, mostrando su contenido, que es un grotesco ídolo de madera de un metro de altura. Es aborigen y está cubierto de numerosas líneas geométricas pintadas de color blanco. Tiene forma humanoide, carece de pelo y tiene unos bigotes extraños, redondos y gruesos, parecidos a tentáculos. Las manos y los pies de la criatura parecen estar en unas extremidades con forma de aleta. Los ojos son redondos, con facetas serradas y su expresión es cruel (N. del G.: es una representación de Cthulhu). Lógicamente, Randolph maldice a los torpes investigadores y les ordena que salgan de su propiedad.
A partir de ahora pasan el tiempo que les queda intentando apañárselas para acceder al interior del almacén mientras no haya nadie. Llegan a comprar más alcohol para regalarle (incluso contaminado con somníferos) pero nada de esto funciona. Al parecer, Randolph suele irse de copas con su nuevo ayudante aborigen todas las noches, según les comenta el tendero del almacen (que a su vez se entera de que están montando una expedición al desierto para estos días; el rumor se extiende rápidamente). Pero esta nueva intentona fracasa estrepitosamente, ya que cuando Curtnert intenta seguir a tan sospechosa pareja cuando sale por la noche, es descubierto humillantemente. Randolph le amenaza con denunciarles a las autoridades si no le dejan en paz (N. del G.: lo cual es un farol, pero da magníficos resultados) con lo que los investigadores desisten definitivamente, a regañadientes.
Al día siguiente Dodge se reúne con ellos. El equipo está casi listo, en Cuncudgerie. El profesor Cowles ya les espera allí. Así que se despiden de Wells y Dallas y toman el tren a Cuncudgerie.
Desde esta ciudad los profesores Cowles y Dodge se van a encargar de hacer los preparativos para la expedición al interior del Gran Desierto de Arena. Esto dará a los personajes varios días para habituarse e ir a su aire. Pero antes de nada, el grupo va a visitar al albacea testamentario de los MacWhirr, Robert BF Mackenzie.
Éste les explica que Arthur MacWhirr estaba plenamente convencido de lo que había encontrado en el desierto y que era un ciudadano honrado y respetable.
Por extraño que parezca, sigue diciendo Mackenzie, hace varios años un americano se presentó en su casa, también interesándose en las notas, fotografías, etcétera de Arthur. No dijo cómo se había enterado de la existencia de este material. El tal “Mr. Howston” desapareció después de que Mackenzie le hubiese prestado casi todo el material que perteneció a Arthur. ¡Qué desagradecido! Cuando los personajes le muestran una foto de Robert Huston, Mackenzie le reconoce como el ladrón. (¡Así que no sólo Roger Carlyle y Hypatia Masters sobrevivieron a la expedición Carlyle, sino que también lo hizo el Dr. Huston!) Las cuatro placas fotográficas son todo lo que le quedó después del robo.
Robert BF Mackenzie
Desde que llegó a Australia, la Srta. Wells se ha empezado a sentirse bastante mal, así que debe rechazar la idea de unirse a la expedición. Mackenzie la invita a quedarse en su casa esos días. Los investigadores proponen usar unas radios de campaña para comunicarse con las señorita Wells en caso de emergencia. Jason Dallas también aguardará con la Srta. Wells por si surgieran complicaciones (por si algún sectario chiflado quiere atacarla, vaya). Así pues, a partir de ahora Wells y Dallas residerán en la casa de Mackenzie.
Las siguientes jornadas transcurren apaciblemente para el resto de los investigadores, entre cerveza y cerveza. Aprovechan para recaudar los rumores locales:
- Unos cuantos aborígenes del gran desierto de arena adoran a un dios con forma de murciélago, que parece tener bastante mal genio. Las caravanas y los ganaderos han encontrado cadáveres. Las víctimas habían perecido a causa de algún tipo de enfermedad y estaban cubiertas de cientos de pequeñas heridas punzantes.
- Se dice que el jefe de una caravana de camellos que hace recorridos regulares ha visto realmente al dios-murciélago y dice que es la cosa más horrible que jamás vieran sus ojos. Desgraciadamente, este hombre está actualmente en uno de sus viajes y no volverá hasta dentro de varios meses.
- Se dice que un hombre blanco enloquecido es quien dirige la secta del murciélago, aunque algunos se burlan del relato diciendo que "blanco" quiere decir en realidad "mestizo."
- Una nueva narración aborigen dice que en el gran desierto de arena hay una fabulosa ciudad. Bajo ella ronca Buddai, un anciano de gran tamaño que duerme con la cabeza sobre el brazo. Un día Buddai se alzará y devorará el mundo. Esta narración ha sido atribuida a un aborigen, Johnny Bigbush, que trabaja en la Naviera Randolph aquí, en Puerto Hedland.
Los investigadores no tardan en ir al edificio de la Naviera Randolph en busca de tan interesante aborigen. El propietario es Toddy Randolph, un hombre obeso y brutal que siempre está de mal humor, menos cuando habla con otros borrachos. El almacén contiene una gran variedad de mercancías (N. del G.: el 10% de las cuales son de contrabando o de procedencia ilegal y que podrían costar al propietario al menos una multa y posiblemente una temporada en prisión). Randolph duerme en un rincón del mismo almacén, sobre un catre mohoso situado junto a su escritorio de tapa corrediza.
Toddy Randolph
Randolph sólo les dice que Johnny Bigbush no hacía más que causar problemas y que por ello le despidió. Cree que volvió con su clan, en algún lugar cerca del río Daly, a unos 160 kilómetros al Sur. Randolph no sabe nada sobre leyendas aborígenes y no tiene ninguna otra información para los investigadores.
Mientras los investigadores están hablando con Randolph, todos excepto Steve Donahew (que anda embobado mirando y hurgando entre las cajas sin atender a la conversación) se dan cuenta de que hay un embalaje de tablas dirigido a la Fundación Penhew, Londres, que está marcado con un símbolo que podría identificarse con un muriélago y que descansa de forma bastante inestable sobre otros embalajes en el extremo del muelle de carga del almacén. Cuando la conversación acaba el sorprendido Steve da media vuelta para largarse con los demás, y tropieza de forma bastante torpe contra el montón de embalajes, derribando la caja dirigida a la fundación (que estaba en una posición bastante precaria en lo alto de la pila) que cae a la playa.
El símbolo en la caja para la Fundación Penhew
Mirando hacia abajo, todo el mundo puede ver que la blanda madera del embalaje se ha astillado, mostrando su contenido, que es un grotesco ídolo de madera de un metro de altura. Es aborigen y está cubierto de numerosas líneas geométricas pintadas de color blanco. Tiene forma humanoide, carece de pelo y tiene unos bigotes extraños, redondos y gruesos, parecidos a tentáculos. Las manos y los pies de la criatura parecen estar en unas extremidades con forma de aleta. Los ojos son redondos, con facetas serradas y su expresión es cruel (N. del G.: es una representación de Cthulhu). Lógicamente, Randolph maldice a los torpes investigadores y les ordena que salgan de su propiedad.
A partir de ahora pasan el tiempo que les queda intentando apañárselas para acceder al interior del almacén mientras no haya nadie. Llegan a comprar más alcohol para regalarle (incluso contaminado con somníferos) pero nada de esto funciona. Al parecer, Randolph suele irse de copas con su nuevo ayudante aborigen todas las noches, según les comenta el tendero del almacen (que a su vez se entera de que están montando una expedición al desierto para estos días; el rumor se extiende rápidamente). Pero esta nueva intentona fracasa estrepitosamente, ya que cuando Curtnert intenta seguir a tan sospechosa pareja cuando sale por la noche, es descubierto humillantemente. Randolph le amenaza con denunciarles a las autoridades si no le dejan en paz (N. del G.: lo cual es un farol, pero da magníficos resultados) con lo que los investigadores desisten definitivamente, a regañadientes.
El nuevo ayudante de Toddy
Al día siguiente Dodge se reúne con ellos. El equipo está casi listo, en Cuncudgerie. El profesor Cowles ya les espera allí. Así que se despiden de Wells y Dallas y toman el tren a Cuncudgerie.
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