LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 3a4

INTERLUDIO: FUEGO PURIFICADOR

Miguel Ángel (3).......James Curtnert.......Cazador
Pablo (1).................Jason Dallas...........Mercenario (nuevo miembro del grupo)
Lvis (5)...................Edward Moore.........Misionero (nuevo miembro del grupo)


Sin más opción para sobrevivir, Curtnert se ve obligado a abandonar El Cairo para despistar a los hombres de la Hermandad del Faraón Negro. No le resulta nada fácil. Los sectarios bloquean ferrocarriles, carreteras y vapores del delta, lo que le obliga a dirigirse Nilo arriba y después por caravana hasta alcanzar un puerto en la costa oriental de Egipto, desde donde puede tomar pasaje en barco que se dirige por el Mar Rojo hacia Kenia, desembarcando en Mombasa.
Tras la estancia en El Cairo, Mombasa es una excelente transición. La ciudad es árabe, con estrechos y olorosos callejones, balcones elaboradamente decorados, mezquitas y minaretes, almuédanos y velos. Esta conocida ciudad comercial sólo tiene unos pocos siglos menos que El Cairo. Aquí habitan, a orillas del Océano Índico, unas 30.000 personas que combinan retazos de los modos de vida árabe, africano, hindú, portugués y británico. Mombasa se encuentra en un arrecife de coral frente a la playa, y está conectada con tierra firme mediante un puente por el que pasa el ferrocarril y también varios transbordadores de pasajeros.

Una vez en Mombasa, Curtnert busca compañeros de aventura que le puedan ayudar a continuar sus pesquisas en Nairobi:
- Jason Dallas: es un antiguo miembro del ejército británico que ha preferido buscar fortuna por su cuenta como mercenario, aprovechando los conocimientos adquiridos en sus servicios al Imperio. Está acostumbrado a campañas en territorios difíciles, y es un superviviente nato. Tiene una salud de hierro y gran capacidad de liderazgo. Además, no es ningún analfabeto, y tiene conocimientos técnicos sobre maquinaria y aparatos mecánicos y eléctricos, en especial con vehículos y explosivos. Por si fuera poco, Dallas habla algo de Swahili.
- Edward Moore: Es un misionero cristiano consagrado a difundir la Palabra de Dios en estas “tierras de salvajes”. Moore es un hombre orondo y de mucha vitalidad, pero se asusta con facilidad, por lo que evita si le es posible zonas conflictivas. Está acostumbrado a estudiar y obtener información de fuentes diversas; es un erudito. Además habla bien el Bantú, y bastante el Swahili.

Para llegar a Nairobi el mejor método es subir en el tren a Uganda que cubre los 450 Km. de distancia. La vía acaba junto al Lago Victoria, en Uganda, y se sigue construyendo (N del T.: hasta llegar a Kampala en 1931).
Normalmente, los coches están organizados por clase, pero en este tren, además lo están por color. La batea de detrás del tender está reservada para equipajes, cargas ligeras y negros; la Tercera suele ir ocupada sobre todo por “morenos”, es decir, hindús y árabes, aunque los blancos pobres sin estatus social pueden viajar aquí por poco dinero. El último vagón, el más apartado del humo y el olor de la locomotora, está reservado exclusivamente para los blancos. El coche restaurante sirve a los “morenos” una vez entre Nairobi y Mombasa (N. del G.: retirando antes los manteles y guardando celosamente la fina vajilla de porcelana y los cubiertos de plata. Los negros tienen que quedarse en su batea. En estos días es perfectamente posible encontrarse con un racismo deliberado y casi inocente. Si alguien protesta por ello, las autoridades le tratan como a un idiota, un anarquista o un loco criminal).
El viaje dura entre 15 y 18 horas. Tras dejar atrás una estrecha franja costera de bosque y matorral espeso, los investigadores pueden contemplar las amplias llanuras de África. Sigue haciendo calor, pero menos húmedo. Desde el tren pueden verse granjas, pero también mucha vida animal exótica (elefantes, rinocerontes, jirafas, leones, hienas, manadas de herbívoros, etc.). El paisaje es llano y ondulado, interrumpido en algún momento por escarpados cañones y cañadas. Los pastos secos pueden verse por doquier, interrumpidos por espinos y baobabes. Comienza la estación de las lluvias y las praderas empiezan a ganar verdor.
La vía férrea va ascendiendo y, a medio camino, puede verse a la izquierda la cima cubierta de nieve del Kilimanjaro, que parece estar al alcance de la mano a pesar de hallarse a más de 75 Km. de distancia. Cuando al cabo de unos minutos la vía tuerce hacia el Este pueden verse más montañas cubiertas de nieve hacia el noreste. Delante de ellas está Nairobi y a su lado el bosque de Aberdare (N. del G.: y más allá se encuentra la Montaña del Viento Negro).

N. del G.: Tandoor Singh, agente de la Secta de la Lengua Sangrienta de Kenia, ha sido alertado telegráficamente de la llegada de los investigadores y viaja en el mismo tren, pero como éstos no cogieron billete de tercera no pueden darse cuenta debido a la composición del tren. Bastante después de la puesta de sol y a menos de una hora de Nairobi decide pasar a la acción. Desde la seguridad del lavabo de su vagón convoca y ata a dos seres de fuego. Como estrellas vivientes, los seres flotan en la noche al otro lado de la ventanilla y después se deslizan a lo largo del tren. El avance de estos seres brillantes, flamígeros e incandescentes es marcado por algún que otro grito de sorpresa. Cuando llegan a la altura de sus víctimas, las paredes del vagón empiezan a distorsionarse, perder el color y humear, mientras los dos seres se abren paso hacia el interior. No cejarán en su empeño hasta que sus víctimas -los investigadores- mueran o hasta ser destruidos.

Tandoor Singh

Todos están durmiendo cuando llegan tan terribles seres. El chisporroteo de la pared del vagón despierta a Dallas y Curtnert (N. del G.: más acostumbrados a estar alerta) mientras que Moore sigue roncando a pierna suelta. Nada más desvelarse, notan el característico olor a quemado y ven como los bajos de los sofás se están chamuscando. Curtnert se apresura a sacar su equipaje al pasillo. Dallas se queda para despertar a Moore. Éste todavía no se entera de lo que está pasando cuando los seres atacan a los investigadores. Uno, de color rojizo, se dirige hacia Dallas, quien viendo que todo lo que toca el extraño ser sale ardiendo decide huir pasillo abajo a por algo para combatirle. El otro, de color azulado, va a por Curtnert quien corre pasillo arriba recordando haber visto por allí un extintor contra incendios. Totalmente confuso, Moore sale al pasillo a continuación y se queda ante la puerta observando a sus compañeros, totalmente anonadado.
Dallas alcanza un cenicero con arena y se las apaña para capturar en su interior, contra el suelo, al pequeño ser incandescente (N. del G.: que se ahoga con la arena del cenicero); por su parte, Curtnert alcanza el extintor a tiempo y lo usa contra el atacante ígneo. Éste, repelido por el extintor, no tiene más opción que huir rápidamente en dirección contraria, en donde se encuentra el asombrado Moore, que en un arrebato de pánico salta a un lado: en concreto hacia el lado de la ventana, rompiendo el cristal y cayendo fuera del tren. Por suerte no cae muy mal y tras acabar de rodar no sale demasiado malparado.
El ser sigue en su trayectoria y ataca a Dallas, quien se las apaña para esquivarle hasta que coge un cubo de agua del lavabo y se lo arroja, destruyéndolo. (N. del G.: El objetivo de Singh es librarse de los investigadores pero no a cualquier precio; una consecuencia cierta del ataque es que una parte importante del vagón arde rápidamente. Al darse la alarma, el tren se detiene y todos los pasajeros se movilizan para apagar el fuego. Los seres de fuego atacan sólo a los investigadores y para los demás pasajeros y empleados (una treintena) la actitud de las dos ascuas móviles les parecerá extraña pero no sobrenatural). El conductor amonesta severamente a los investigadores por el poco cuidado demostrado en el fumar, y les amenaza con un pleito por los daños. A causa del ataque de los seres de fuego, el tren llega a Nairobi con retraso. La burocracia local quiere declaraciones y atestados relativos a daños, muertes, etc. (N. del G.: los investigadores se quedan más tranquilos cuando se demuestra plenamente que ellos no fueron la causa del incendio), por lo que hasta el crepúsculo no pueden hospedarse en el Hotel Highlands y dormir a placer (N. del G.: lo cual también permite descansar a Tandoor Singh, y recuperarse para hacer otas invocaciones). Los investigadores se levantarán tarde al día siguiente y disfrutarán de un tranquilo desayuno.


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