LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP - CC- 5a6.15
EN AUSTRALIA
Miguel Ángel (1).....Josefina Pérez...........Ocultista
Migu3l (5)..............Kipchirchir.................Guía keniata, blanco de la Lengua Sangrienta
Lvis (7).................John Fraxon...............Científico químico
Pérez, Fraxon y Kipchirchir toman un transatlántico que les lleva a Perth, desde donde se embarcan en un vapor australiano rumbo a Sydney. Allí buscan y encuentran el domicilio del profesor Cowles, en donde se enteran por su bella hija Ewa de que planeaba hacer una pequeña expedición al Gran Desierto de Arena, para lo que se iban a dirigir a Puerto Hedland junto con otras personas; entre ellas Sofía Wells.
Toman otro vapor rumbo a Puerto Hedland; mediante “rumorología” y pagando unas cuantas rondas a los locales se enteran de que efectivamente se estaba montando una expedición. Al parecer dos de los miembros, un hombre fornido y una vieja, se quedaron atrás mientras los otros se alejaban de la costa, a Cuncudgerie. Parece ser que la vieja había estado enferma y que el otro se había quedado para cuidarla. Pero hace un par de días los dos se fueron de Puerto Hedland también a Cuncudgerie, seguramente porque la vieja ya estaba bien. No dejan de escuchar también otros rumores sobre el Gran Desierto de Arena, el hallazgo de un esqueleto en las Cataratas del Dingo, el fantasma que había en ese mismo lugar...
Una vez en Cuncudgerie se enteran de un rumor muy jugoso: parece que la expedición ha sufrido alguna clase de revés y tan sólo uno de los que fueron ha conseguido volver en uno de los dos camiones que llevaron. Una vieja y un mercenario, ambos forasteros y que pertenecían al grupo pero que no han ido con los otros al desierto, le han recogido y le han metido en el hospital. Los dos forasteros se marcharon de Cuncudgerie hace un par de días, nadie sabe a dónde.
Tras investigar un poco, los investigadores se enteran de la identidad del superviviente, un tal Collin Ford. Van a entrevistarse con él al hospital; Ford está en un estado gravísimo, rallando la muerte y la locura, pero consciente. Les cuenta entre gemidos que fue contratado por el profesor Dodge, de la Universidad de Sydney, para hacer una pequeña expedición al desierto: “Yo no esperaba encontrar más que arena, pero al fin y al cabo no pagaban mal, así que me daba igual mientras tuvieran dinero... pero ojalá nunca hubiera aceptado ese trabajo. Da igual lo que les cuente, no me creerían. Nadie lo hará. Y ahora James está muerto; ¡¡todos están muertos!! Pero dice que ellos son amigos suyos ¿no? Que se lo cuenten ellos, ya les dije todo lo que sabía y luego me dejaron aquí. Se han ido a Puerto Hedland, o eso me dijeron. Creo que sus amigos estaban locos; mientras les contaba lo que pasó les brillaban los ojos... Dios, como duele. Casi no lo cuento, fue horrible. Lárguense. ¡¡Déjenme en paz!! No quiero saber más de todo esto...”
Los investigadores no son capaces de sacarle nada más. Con curiosidad, preguntan a los médicos lo que le ha sucedido a Ford; al parecer ha sufrido alguna clase de daño por electricidad. Por si fuera poco estaba en un avanzado estado de deshidratación e inanición cuando llegó al hospital, como si hubiera pasado dos días sin comer ni beber nada. Ha tenido suerte de seguir con vida, pero su pronóstico es grave y puede que muera a pesar de los cuidados médicos.
De vuelta en Puerto Hedland, los investigadores consiguen averiguar dónde se alojan Wells y su acompañante, que Kipchirkir dice que podría ser un tal Jason Dallas, un mercenario británico que acompañaba a Wells en Kenia. “Han sido semanas de búsqueda, una Mujer-Lobo, encontronazos con el Yard, agotadores viajes,” piensa Pérez mientras llaman a la puerta de la habitación de Wells “¡Pero sólo por ver la cara que va a poner la vieja ha merecido la pena!”
Toman otro vapor rumbo a Puerto Hedland; mediante “rumorología” y pagando unas cuantas rondas a los locales se enteran de que efectivamente se estaba montando una expedición. Al parecer dos de los miembros, un hombre fornido y una vieja, se quedaron atrás mientras los otros se alejaban de la costa, a Cuncudgerie. Parece ser que la vieja había estado enferma y que el otro se había quedado para cuidarla. Pero hace un par de días los dos se fueron de Puerto Hedland también a Cuncudgerie, seguramente porque la vieja ya estaba bien. No dejan de escuchar también otros rumores sobre el Gran Desierto de Arena, el hallazgo de un esqueleto en las Cataratas del Dingo, el fantasma que había en ese mismo lugar...
Una vez en Cuncudgerie se enteran de un rumor muy jugoso: parece que la expedición ha sufrido alguna clase de revés y tan sólo uno de los que fueron ha conseguido volver en uno de los dos camiones que llevaron. Una vieja y un mercenario, ambos forasteros y que pertenecían al grupo pero que no han ido con los otros al desierto, le han recogido y le han metido en el hospital. Los dos forasteros se marcharon de Cuncudgerie hace un par de días, nadie sabe a dónde.
Tras investigar un poco, los investigadores se enteran de la identidad del superviviente, un tal Collin Ford. Van a entrevistarse con él al hospital; Ford está en un estado gravísimo, rallando la muerte y la locura, pero consciente. Les cuenta entre gemidos que fue contratado por el profesor Dodge, de la Universidad de Sydney, para hacer una pequeña expedición al desierto: “Yo no esperaba encontrar más que arena, pero al fin y al cabo no pagaban mal, así que me daba igual mientras tuvieran dinero... pero ojalá nunca hubiera aceptado ese trabajo. Da igual lo que les cuente, no me creerían. Nadie lo hará. Y ahora James está muerto; ¡¡todos están muertos!! Pero dice que ellos son amigos suyos ¿no? Que se lo cuenten ellos, ya les dije todo lo que sabía y luego me dejaron aquí. Se han ido a Puerto Hedland, o eso me dijeron. Creo que sus amigos estaban locos; mientras les contaba lo que pasó les brillaban los ojos... Dios, como duele. Casi no lo cuento, fue horrible. Lárguense. ¡¡Déjenme en paz!! No quiero saber más de todo esto...”
Los investigadores no son capaces de sacarle nada más. Con curiosidad, preguntan a los médicos lo que le ha sucedido a Ford; al parecer ha sufrido alguna clase de daño por electricidad. Por si fuera poco estaba en un avanzado estado de deshidratación e inanición cuando llegó al hospital, como si hubiera pasado dos días sin comer ni beber nada. Ha tenido suerte de seguir con vida, pero su pronóstico es grave y puede que muera a pesar de los cuidados médicos.
De vuelta en Puerto Hedland, los investigadores consiguen averiguar dónde se alojan Wells y su acompañante, que Kipchirkir dice que podría ser un tal Jason Dallas, un mercenario británico que acompañaba a Wells en Kenia. “Han sido semanas de búsqueda, una Mujer-Lobo, encontronazos con el Yard, agotadores viajes,” piensa Pérez mientras llaman a la puerta de la habitación de Wells “¡Pero sólo por ver la cara que va a poner la vieja ha merecido la pena!”
2 comentarios:
Saludos!! Llevo leyendo vuestra crónica desde hace unos días, y me ha encantado! Sigue jugándose? Siempre me ha gustado Las Máscaras de Nyarlathotep, y me gustaría ver triunfar a la Señora Wells y a la Señorita Pérez (mi favorita) sobre los sectarios. Por último, expresar mi asombro ante el inteligente uso de un villano, como Edward Gavigan en particular, y todos los sectarios que han ido apareciendo hasta el momento en general. De verás, fascinante. Suerte, y que acabéis la crónica!
Mi intención siempre ha sido acabarla cuanto antes, y la de mis jugadores igual, pero entre unas cosas y otras nunca podemos reunirnos para jugar.
Es muy probable que este verano acabemos la campaña, o al menos eso me gustaría pensar.
En cuanto a los villanos bueno, se hace lo que se puede :P
Me alegro de que te hayas divertido leyendo la crónica, en cuanto juguemos la parte de Shangai la actualizaré, por supuesto.
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