BREVE HISTORIA DE LA PALABRA ESCRITA (ARTÍCULOS)

Extraido del Manual del Guardián vol. 1:

La primera forma de escritura es el uso de ideogramas: dibujos estilizados que representan ideas básicas. Una figura humana con lágrimas podría querer significar "pesar", o la típica casa representaría un "hogar". Gradualmente, estos símbolos desarrollaron significados adicionales basándose en su valor fonético. El dibujo de un ojo humano podría representar a un ojo, además del pronombre "yo" (N. del T: I y eye, en inglés "yo" y "ojo", respectivamente, se pronuncian igual: [ai]). Este desarrollo se evidencia entre los antiguos egipcios, sumerios, babilonios, chinos, aztecas y mayas. El paso final consistió en la institución de silabarios y alfabetos donde los símbolos ya no representaban una idea en concreto, sino sonidos fonéticos que podían ensamblarse para formar palabras. Nuestro alfabeto actual se basa en el griego, el cual a su vez se cree que poseyó un origen semítico.

El pergamino y el códice
Los más tempranos ejemplos de escritura se encuentran en las inscripciones sobre las paredes, y más tarde sobre pesadas tablillas de barro, madera, u otros materiales. Fue el invento egipcio del pergamino de papiro, no obstante, el antepasado directo del moderno libro impreso. Nuestro espécimen más antiguo data del siglo XXV a. de C: las máximas de Ptahhetep en ocho columnas de escritura hierática, que en la actualidad se conserva en el Museo del Louvre, en París. En el siglo II a. de C., el rey Eumenes II de Pérgamo perfeccionó la producción de pergamino, fabricado a partir de las pieles de ovejas y cabras. El vellum es un tipo de pergamino de calidad especial, procedente por lo general de las pieles de terneros o infantes jóvenes o nonatos. A Eumenes se le achaca el desarrollo del método de fabricación que permitió al usuario escribir por las dos caras del pergamino.
Los rollos de pergamino (llamados "volúmenes" por los romanos) solían conservarse enrollados alrededor de palos. Gruesos y difíciles de manejar, estos rollos fueron reemplazados gradualmente a principios de la era cristiana por el códice, que empleaba un tipo de pergamino mejorado doblado en forma de hojas cosidas entre sí. La primera utilización de los códices podría haber sido la de los libros de leyes griegos, que permitían que las hojas se pudieran quitar y añadir según las leyes se fueran aprobando o suprimiendo. Los primeros códices se protegían con dos finas cubiertas que no tardaron en añadirse al propio códice. No tardó en añadirse el cuero, empleado para proteger los lomos de los manojos de papel y las cubiertas en sí. En el siglo IV las cubiertas de los libros ya aparecían adornadas con joyas, siendo un ejemplo temprano el de los Evangelios de Theolinda, fechados en el siglo VII y que ahora descansan en Mazda, Italia. El cuero estampado y decorado era más común, como aparece en el Libro de Cuthbert, del siglo VII. Los primeros códices griegos presentan páginas de vellum teñidas de púrpura, sin reparar en gastos, con el texto escrito con tinta de plata y oro. Estos primeros ejemplos de libros presentan ilustraciones, grandes letras de inicio y encabezamientos.
El arte de la fabricación de libros declinó tras el siglo IV, con la posible excepción de Irlanda, donde los monjes que trabajaban en los escritorios produjeron tomos tan fabulosos como el Libro de Kells, del siglo VII. El resto de Europa tuvo que esperar hasta principios del siglo VIII, cuando Alcuin de York recibió la orden de Carlomagno de dirigir una resurrección de la fabricación de libros. Fue durante este tiempo cuando se desarrolló una caligrafía redonda llamada "carolingian miniscule", más ligera y delicada que las formales letras mayúsculas.

La llegada de la imprenta
Aunque la impresión en bloque se llevaba practicando ya desde los siglos VIII y IX en Japón y en China, lugar este último donde los tipos móviles comenzaron a utilizarse ya en 1041, no fue hasta la llegada de Gutenberg que comenzó la imprenta moderna en Europa. Gutenberg produjo su Biblia Vulgata en Maguncia en 1456, y el Salterio de Maguncia apareció en 1457, obra de los impresores Fust y Schoeffer. Aunque la identidad de los primeros impresores europeos sigue siendo motivo de disputa, estas dos impresiones son los primeros libros documentados que poseemos.
En 1564, los alemanes Sweynheym y Paanartz se establecieron en Subiaco, cerca de Roma. En Venecia, en 1469, Johann y Wendelin, ambos de Spier, abrieron su negocio seguidos por el francés Nicholas Jenson en 1470. En 1479, la imprenta llegó a Francia con los alemanes Krantz, Gering y Friburger, quienes abrieron su establecimiento dentro de los precintos de la Sorbona. Suiza tenía al impresor Berthold Ruppel en 1472. En los países bajos comenzó a trabajar un impresor desconocido en Utrecht en 1471, seguido de Ketelaer y G. De Leempt en 1473. El primer impresor español fue Lambert Palmart, quien abrió en Valencia en 1475, seguido a principios del siglo XVI por Jacob Kromberger y su hijo John en Sevilla, destinados a convertirse en los impresores más conocidos de Espada. La imprenta llegó a Inglaterra en 1476 con la prensa de William Caxton. Caxton, quizás más recordado por haber impreso Le marte d 'Arthur, de Thomas Malory, murió en 1491, dejándole su negocio a su ayudante Wynkyn de Worde.
Quizá el más conocido de los primeros impresores sea Aldus Manutius Romanus quien, en 1495, fundó la Prensa Aldina en Venecia, Italia. Erudito y hombre de negocios, Manutius estaba entregado al estudio e impresión de textos inéditos griegos y latinos. Otros impresores de la época serían Johann Koelhoff, Colonia, 1472; Arnold ther Hoernen, Colonia, 1475; Gabriel Petri, Venecia, 1475; y Erhard Ratdolt, Venecia, 1476.

La tecnología aporta algunos cambios
Cuando comenzó la imprenta, la fuente de escritura preferida era un estilo de letra negra al que a veces se denomina en términos despreciativos "gótica". Mas ya en 1425 el erudito Niccolo Niccoli había desarrollado una caligrafía curva neocarolingia que él llamaba "humanística". De esta mano surgió un juego de minúsculas en 1500, obra de Manutius. Llamada "chancillería" en un principio, terminó por conocerse con el nombre de "cursiva", a las que se añadió un juego de mayúsculas alrededor de 1550. Los franceses respondieron con una fuente similar denominada "cursiva francesa", pero las cursivas originales demostraron gozar de mayor popularidad, llegando a desbancar al estilo fran­cés. Nicholas Jenson añadió un juego de minúsculas del antiguo alfabeto romano, un tipo que volvió a introducir y popularizó William Gascón de Inglaterra en 1720. La mayoría de las impresiones hoy en día se siguen efectuando con algún tipo de texto romano, utilizando las cursivas para denotar títulos, palabras extranjeras, etc. Las negritas, impresionantes pero difíciles de leer, suelen reservarse para los docu­mentos más formales, y aun así sólo para títulos, encabezamientos, etc.
Los impresores también preferían trabajar con papel en lugar de pergamino, dado que la calidad absorbente del primero resulta idónea para la técnica de aplicación de la tinta por medio de presión en las máquinas de imprenta. El papel de pulpa de lino había llegado a Europa procedente de oriente en el siglo X, y los molinos de papel se conocían ya en el siglo XII, mas fue la llegada de la imprenta lo que ayudó a crear una gran industria. También la composición de la tinta ha cambiado. Las tintas que se utilizaban con el pergamino eran muy ácidas, a fin de marcarse mejor sobre la superficie. Las máquinas de imprenta necesitaban tintas de secado rápido hechas con aceites y barniz.
Los primeros libros eran grandes folios; las páginas se formaban doblando grandes hojas únicas por la mitad y después cosiendo el conjunto. Las cuartillas, más pequeñas, con el papel doblado una segunda vez, también gozaban de cierta popularidad y, en 1501, Manutius popularizó la octavilla, exactamente la mitad de la cuartilla. Los impresores de París y Lion, algunos años después, introdujeron el medio-cuarto, o sexto-décimo, y Amberes respondió con un libro aún más pequeño llamado venticuatroavo, o "doce pequeño", resultado de doblar la octavilla en tres.

El arte del libro
Los siglos XV y XVI vieron avanzar a pasos agigantados el arte y diseño de los libros. Fust y Schoeffer introdujeron el primer título de página, recogido en una Bula Papal de Pío II, en 1463. La paginación y los titulares aparecieron en 1470 y 1471, respectivamente, por obra de Arnold ther Hoernen de Colonia. Gabriel Petri de Venecia en 1475 fue el primero en colocar su nombre en la página del título de un libro. Las ilustraciones por xilografía aparecieron ya en 1461, atribuidas a Albrecht Pfister de Bamberg, y las ilustraciones son ya algo común en todos los libros europeos en 1490.
El siglo XVI asistió a la popularización de los libros de menor tamaño, que utilizaban papel y cubiertas más ligeras hechas de cartón en lugar de madera. La cursiva se convirtió en el vernáculo de imprenta italiano y, más tarde, de Francia, mientras que Inglaterra parecía preferir los tipos romanos. A las xilografías siguieron las láminas de cobre grabado impresas por separado del resto del libro. La encuadernación adoptó aires de arte, utilizando cubiertas de cuero estampadas y grabadas que llegaron a adornarse con pan de oro. Si bien fue Manutius el primero en dar su nombre a este arte, la mayoría de los estilos se conocen hoy en día con el nombre de los coleccionistas de libros que encargaban cubiertas de diseño para los libros de sus bibliotecas. Así, una encuadernación conocida como "canevari" recibe su nombre del médico del Papa Urbano VIII, y "grolier" procede de Jean Grolier, que ejerció como tesorero del gobierno francés.
La rápida difusión de la barata palabra impresa llevó a los gobiernos y a la iglesia a intentar suprimirla, lo que tuvo como resultado el declive general de la calidad en los libros durante el siglo XVII. A pesar de esto, fue durante ese periodo cuando los impresores desarrollaron frontispicios adornados con hilos de seda y oro, y cubiertas con el título del libro marcado en el lomo.
El siglo XVIII asistió a una mejora general en el arte de la encuadernación, primero con Roger Payne de Inglaterra, más adelante cuando John Edwards desarrolló un método de fijación de cubiertas de vitela transparentes sobre portadas en la que aparecían detalladas ilustracio­nes. El siglo XIX asistió a la llegada de los libros producidos en serie que presentaban por vez primera cubiertas de calicó glaseado y, más adelante, tela, aunque aún se producían y vendían muchos libros sin tapas, mientras que hacían su aparición los artesanos encuadernadores en Francia e Inglaterra. Los libros de la actualidad suelen producirse encuadernados: la piel de cabra recubierta de zumaque está considera como la mejor encuadernación en cuero, y el bocací la tela más resistente.

Tamaño medio de los libros
El tamaño de los libros suele determinarse según el número de veces que se doble una determinada hoja de papel. Los folios, que utilizan hojas dobladas sólo una vez, son el tamaño mayor, seguido de las cuartillas (dobladas una segunda vez) y las octavillas (dobladas una tercera vez). También se producen tamaños menores, a veces llamados dieciseisavos y treintaidosavos, además de muchos más. Las dimensiones reales de un libro, claro está, dependen del tamaño del papel utilizado. Los folios suelen variar entre los 25 x 37,5 cm y los 31 x 50 cm; las cuartillas varían entre los 18,75 x 25 y los 25 por 31 cm; las octavillas entre los 12,5 x 18,75 cm y los 15,5 x 25 cm.


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