LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 4.24
...NUNCA MUERE
Miguel Ángel (3).......James Curtnert............Cazador
Pablo (1).................Jason Dallas................Mercenario
Adrián (1)................Sofía Wells (Srta.)........Parapsicóloga (amiga de Jackson Elías)
Migu3l (5)...............Kipchirchir...................Guía keniata
Lvis (6)...................Steve Donahew............Antropólogo del Museo Egipcio de El Cairo y profesor de Universidad
Los cuatro hombres han huído a marchas forzadas de la montaña. Sienten la ira de M`Weru a sus espaldas, tan intensa que pesa más que sus mochilas. Guiados por Mariga, rodean Nairobi (donde seguro que los agentes de la Lengua Sangrienta les localizarían) y llegan a las tierras de los Boyoyva, en las que se encuentra la casa de caza del coronel. Mariga observa que los boyoyva están inusualmente taciturnos, pero no dice nada. Se limita a acampar en el poblado agradeciendo su fría hospitalidad y hace partir a todos al alba.
Por la mañana llegan al complejo del coronel, y la visión es terrible. La casa ha ardido. Hay obvias señales de lucha. Dos cadáveres medio devorados por a saber qué están junto a las ruinas. Armados, y sigilosamente aterrorizados, registran el lugar. La puerta de la tienda está abierta, pero no hay nadie. El equipo ha sido revuelto, como si hubieran buscado algo.
El garaje tiene la puerta destrozada, desde dentro, obviamente por el vehículo que brilla por su ausencia. Encuentran las señales de huída.
Y en la casa medio en ruinas, en un salón consumido por fuegos antinaturales, ahí está. Como un pequeño centro de tranquilidad en medio del horror. Levanta la vista de un mugriento libro, y se les queda mirando como si nada pasase.
“Señores, -dice la asombrosamente repuesta Wells- ¿se puede saber qué hacen ahí plantados con cara de bobos? Será mejor que partamos cuanto antes. El sr. Eastwood ya debe de tener listos nuestros pasajes de barco. Así que borren esa estúpida cara y muévanse. Nos reuniremos con él en Mombasa. He preparado esta carta para el sr. Frank Donahew, que sin duda no se habrá recuperado porque es un blandengue, aunque lleva ya varios días holgazaneando en el hospital. Sin duda, y como habitantes de Nairobi que son, el sr. Mariga y el sr. Kipchirchir no tendrán inconveniente en llevársela personalmente para que pueda reunirse con nosotros en la estación de tren. Por amor de Dios ¿es que no me oyen? ¿¡Voy a tenerlo que hacer todo yo!? ¿Es que ya no existen los caballeros? En lo que se está convirtiendo el mundo. ¡A dónde vamos a ir a parar!...”
Por la mañana llegan al complejo del coronel, y la visión es terrible. La casa ha ardido. Hay obvias señales de lucha. Dos cadáveres medio devorados por a saber qué están junto a las ruinas. Armados, y sigilosamente aterrorizados, registran el lugar. La puerta de la tienda está abierta, pero no hay nadie. El equipo ha sido revuelto, como si hubieran buscado algo.
El garaje tiene la puerta destrozada, desde dentro, obviamente por el vehículo que brilla por su ausencia. Encuentran las señales de huída.
Y en la casa medio en ruinas, en un salón consumido por fuegos antinaturales, ahí está. Como un pequeño centro de tranquilidad en medio del horror. Levanta la vista de un mugriento libro, y se les queda mirando como si nada pasase.
“Señores, -dice la asombrosamente repuesta Wells- ¿se puede saber qué hacen ahí plantados con cara de bobos? Será mejor que partamos cuanto antes. El sr. Eastwood ya debe de tener listos nuestros pasajes de barco. Así que borren esa estúpida cara y muévanse. Nos reuniremos con él en Mombasa. He preparado esta carta para el sr. Frank Donahew, que sin duda no se habrá recuperado porque es un blandengue, aunque lleva ya varios días holgazaneando en el hospital. Sin duda, y como habitantes de Nairobi que son, el sr. Mariga y el sr. Kipchirchir no tendrán inconveniente en llevársela personalmente para que pueda reunirse con nosotros en la estación de tren. Por amor de Dios ¿es que no me oyen? ¿¡Voy a tenerlo que hacer todo yo!? ¿Es que ya no existen los caballeros? En lo que se está convirtiendo el mundo. ¡A dónde vamos a ir a parar!...”
"Levanta la vista del mugriento libro..."
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