LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 4.14
LA MONTAÑA DEL VIENTO NEGRO
Miguel Ángel (3).......James Curtnert............Cazador
Pablo (1).................Jason Dallas................Mercenario
Migu3l (5)...............Kipchirchir...................Guía keniata
Lvis (6)...................Steve Donahew............Antropólogo del Museo Egipcio de El Cairo y profesor de Universidad
A un día de camino hacia el Norte de las Tierras Corrompidas se alza abruptamente una montaña lúgubre y cónica. En las zonas circundantes el bosque ha cedido el terreno a la hierba pero en las laderas de la montaña persiste un bosque oscuro y de un color verde pálido: aquí el dios de la montaña prevalece sobre la naturaleza.
Los investigadores observan que la Montaña del Viento Negro es un volcán inactivo, cubierto de vegetación y de varios centenares de metros de altura. Por encima del nivel de la llanura las cenizas y la lava han ido siendo erosionadas dejando a la vista un risco muy escarpado al que asciende en parte un sendero estrecho y empinado. Observando con los prismáticos, ven cómo tres negros (que son hombres de la Secta como delatan las cintas rojas en su pelo) que ascienden por el risco, abren una especie de entrada en la montaña y desaparecen.
Los investigadores siguen la cornisa hasta el final, donde desaparecieron los negros. Dallas consigue encontrar la entrada secreta (N. del G.: Gracias al espantamoscas de Bundari) y se internan en la Montaña, sabiendo que quizás sea para no volver a salir.
La entrada da a una gruta que conduce a su vez a una caverna de lava natural, agrandada por los sectarios a medida de sus necesidades. En este tipo de material es fácil de excavar puesto que las partes no expuestas al aire son bastante blandas. Lo primero que atrae su atención son tres montones en el centro de la caverna, formados por huesos y cadáveres en diferente estado de putrefacción que corresponden a sacrificios recientes. Su olor impregna toda la caverna.
Cautelosamente, se internan más y más. Oculta desde la entrada, hay una jaula de hierro que cuelga del techo a medio metro del suelo, provista de un recio candado. Aquí encuentran a unos 50 prisioneros, languideciendo en un estado lamentable. Los investigadores suponen (N. del G.: y con razón) que son las víctimas para el próximo ritual de la Secta. En la pared opuesta, hay una estatua de unos 4,50 m. que representa al dios de la Lengua Sangrienta (N. del G.: es el mismo que el que aparecía en el cuadro de Miles Shipley en Londres). En la parte delantera del pedestal de la estatua está esculpido un trono de tamaño humano.
No hay nadie en la caverna, aunque vieron entrar a los tres negros. La opción de que estén escondidos en la jaula se descarta rápidamente, debido al lamentable estado de los prisioneros. Así que deducen que debe de haber una entrada secreta en alguna parte. Directamente detrás de la estatua Kipchirchir descubre un panel secreto, que cuando abren conduce a una rampa de seis metros de ancho, que asciende.
La rampa describe continuas vueltas mientras suben durante uno o dos kilómetros. De vez en cuando se encuentra alguna antorcha encendida. Las paredes no están decoradas mediante dibujos ni inscripciones. Ocasionalmente, la piedra del túnel se ha separado, dejando fisuras estrechas y profundas, o bien se ha contraído, forzando a los investigadores a trepar repechos empinados. Al final, llegan a otro panel secreto similar al que usaron para acceder a la rampa.
A través del panel acceden a un enorme templo de forma irregular y cancerosa, con proyecciones bulbosas y tentaculares puntiagudas que se internan en la piedra sin propósito aparente. Por una de éstas es por donde llegan los aterrorizados investigadores (N. del G.: que piensan, totalmente equivocados, que el resto de las proyecciones llegan a otras cámaras plagadas de enemigos). A causa de la poca luz los investigadores pueden ocultarse fácilmente de los tres negros, que están en el centro del templo, junto al altar. Las paredes son de piedra más oscura y ominosa que las de la caverna inferior. Del techo, cubierto de hongos, emana un brillo marrón y mortecino. Seis enormes columnas soportan el techo. Tienen una forma de enormes y abotargados tentáculos y son de piedra esculpida. Se retuercen de una forma grotesca, pero a una velocidad tan lenta que el movimiento es casi imperceptible. El suelo y las paredes están adornados con símbolos bárbaros e imágenes que no corresponden a ninguna cultura conocida. Más allá de las columnas hay tres pozos, y tras éstos un cono de cortinajes que ocultan lo que hay en su interior.
Después de percatarse de que los otros accesos en realidad no son tales, y aprovechando que los tres negros se marchan del templo, los investigadores aprovechan la ocasión. Kipchirchir va hacia el altar, y Curtnert y Donahew hacia los cortinajes. Dallas aguarda en la penumbra junto a Sam Mariga, con su fusil preparado para cubrir a todos.
El altar es una piedra grande, azulada e irregular de más de dos metros de longitud, un metro de anchura y uno de altura. Como observa Kipchirchir acongojado, la piedra tiene un tacto inquietantemente vivo. Sobresaltado, se vuelve al oír disparos.
Los investigadores siguen la cornisa hasta el final, donde desaparecieron los negros. Dallas consigue encontrar la entrada secreta (N. del G.: Gracias al espantamoscas de Bundari) y se internan en la Montaña, sabiendo que quizás sea para no volver a salir.
La entrada da a una gruta que conduce a su vez a una caverna de lava natural, agrandada por los sectarios a medida de sus necesidades. En este tipo de material es fácil de excavar puesto que las partes no expuestas al aire son bastante blandas. Lo primero que atrae su atención son tres montones en el centro de la caverna, formados por huesos y cadáveres en diferente estado de putrefacción que corresponden a sacrificios recientes. Su olor impregna toda la caverna.
Cautelosamente, se internan más y más. Oculta desde la entrada, hay una jaula de hierro que cuelga del techo a medio metro del suelo, provista de un recio candado. Aquí encuentran a unos 50 prisioneros, languideciendo en un estado lamentable. Los investigadores suponen (N. del G.: y con razón) que son las víctimas para el próximo ritual de la Secta. En la pared opuesta, hay una estatua de unos 4,50 m. que representa al dios de la Lengua Sangrienta (N. del G.: es el mismo que el que aparecía en el cuadro de Miles Shipley en Londres). En la parte delantera del pedestal de la estatua está esculpido un trono de tamaño humano.
No hay nadie en la caverna, aunque vieron entrar a los tres negros. La opción de que estén escondidos en la jaula se descarta rápidamente, debido al lamentable estado de los prisioneros. Así que deducen que debe de haber una entrada secreta en alguna parte. Directamente detrás de la estatua Kipchirchir descubre un panel secreto, que cuando abren conduce a una rampa de seis metros de ancho, que asciende.
La rampa describe continuas vueltas mientras suben durante uno o dos kilómetros. De vez en cuando se encuentra alguna antorcha encendida. Las paredes no están decoradas mediante dibujos ni inscripciones. Ocasionalmente, la piedra del túnel se ha separado, dejando fisuras estrechas y profundas, o bien se ha contraído, forzando a los investigadores a trepar repechos empinados. Al final, llegan a otro panel secreto similar al que usaron para acceder a la rampa.
A través del panel acceden a un enorme templo de forma irregular y cancerosa, con proyecciones bulbosas y tentaculares puntiagudas que se internan en la piedra sin propósito aparente. Por una de éstas es por donde llegan los aterrorizados investigadores (N. del G.: que piensan, totalmente equivocados, que el resto de las proyecciones llegan a otras cámaras plagadas de enemigos). A causa de la poca luz los investigadores pueden ocultarse fácilmente de los tres negros, que están en el centro del templo, junto al altar. Las paredes son de piedra más oscura y ominosa que las de la caverna inferior. Del techo, cubierto de hongos, emana un brillo marrón y mortecino. Seis enormes columnas soportan el techo. Tienen una forma de enormes y abotargados tentáculos y son de piedra esculpida. Se retuercen de una forma grotesca, pero a una velocidad tan lenta que el movimiento es casi imperceptible. El suelo y las paredes están adornados con símbolos bárbaros e imágenes que no corresponden a ninguna cultura conocida. Más allá de las columnas hay tres pozos, y tras éstos un cono de cortinajes que ocultan lo que hay en su interior.
Después de percatarse de que los otros accesos en realidad no son tales, y aprovechando que los tres negros se marchan del templo, los investigadores aprovechan la ocasión. Kipchirchir va hacia el altar, y Curtnert y Donahew hacia los cortinajes. Dallas aguarda en la penumbra junto a Sam Mariga, con su fusil preparado para cubrir a todos.
El altar es una piedra grande, azulada e irregular de más de dos metros de longitud, un metro de anchura y uno de altura. Como observa Kipchirchir acongojado, la piedra tiene un tacto inquietantemente vivo. Sobresaltado, se vuelve al oír disparos.
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