LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 1a2.07

14 DE FEBRERO, POR LA MAÑANA

Miguel Ángel (1).....Josefina Pérez...........Ocultista
Adrián (1)..............Sofía Wells (Srta.).....Parapsicóloga (amiga de Jackson Elías)
Lvis (2)..................Richmond Burke.......Político
Dani (1).................Herbert Stockton.......Historiador

Durante el desayuno, Stockton invita entusiasmado al resto de investigadores a su partida de tejo con los otros pasajeros de la Cubierta A y todos aceptan la invitación. Les llega el rumor de que un yate navega en rumbo paralelo al del Mauritania. Éste no es un hecho inusual, puesto que el Mauritania es una de las maravillas del mundo y muchos barcos con los que se cruza se aproximan para verlo mejor. Ni los más potentes anteojos consiguen detectar qué bandera arbola el yate.
Pero la verdadera comidilla del buque es que por orden de un alto dignatario de la Línea Cunard, el Conde ruso disfrutará de toda la cubierta de jugar al tejo de modo exclusivo, durante esta mañana. Todos los pasajeros de primera están lívidos ante tamaña desfachatez. ¿Acaso no está dicho individuo entre sus pares? ¿Qué más quiere? Por supuesto, los que iban a jugar esa mañana la partida con Stockton están que echan chispas.
A las 11 de la mañana se inicia el juego. Todos los investigadores asisten a la partida, así como el Profesor Paterson, que acompaña a la Srta. Wells, y Hargrove Thorpe, que ya ha cogido sitio en una de las tumbonas junto a la pista de tejo, y está bebiendo un refresco.
El oponente del Conde es su catador, y el área está separada del resto de la cubierta mediante un cordón de terciopelo negro. El camarero jefe controla quienes son admitidos como espectadores, y sólo lo permite a aquellos que pertenecen a la clase superior, o a los que conoce personalmente.
El sacerdote está cerca de la entrada, contemplando el yate que cada vez se acerca más (ahora está a unos 500 m.), y mirando de vez en cuando su reloj de bolsillo. A continuación, el sacerdote intercambia una seña con dos cómplices (N. del G.: todo esto pasó desapercibido a todos los investigadores) que van a dar conversación al camarero jefe. El camarero niega con la cabeza, ante lo cual el sacerdote mete la mano en la sotana, y saca una pistola. Un estampido interrumpe la afable conversación de la pista, y se ve caer al camarero abatido por el disparo. El sacerdote salta a continuación el cordón mientras sus compañeros disparan con sus revólveres, y tira una granada de mano al conde diciendo: “¡Muere, perro de la clase opresora!” En ese momento los guardaespaldas devuelven el fuego. El resto de la gente (incluyendo los investigadores) se tira al suelo o sale corriendo, salvo Pérez, que saca una pistola y también devuelve el fuego a los bolcheviques. Sin embargo, tiene tan mala suerte que hiere accidentalmente a uno de los pasajeros de la Cubierta A que estaban huyendo. Por su parte, Hargrove Thorpe coge al instante uno de los palos de tejo y empuja con él la granada, tirándola al agua para que explote inofensivamente. Los bolcheviques retroceden sin dejar de disparar y se arrojan por la borda. Después nadan hacia el yate, que les recoge antes de que el Mauritania pueda aminorar la marcha y dar la vuelta para capturar a los asesinos frustrados.
La parte positiva es que el atentado no ha desencadenado ningún muerto. La parte negativa es que los influyentes pasajeros de la Cubierta A presionan al capitán para que encierre a esa loca que empuñaba armas de fuego (que son ilegales en el barco) con las que ha herido a uno de los suyos. Así, el resto del viaje Josefina Pérez permanece encerrada para que no pueda hacer daño a nadie más, y para ser procesada convenientemente cuando lleguen a Londres. Además, dado el calibre de su pistola, se le carga el muerto (N. del G.: literalmente) de la Srta. Wells, que estaba sin resolver.


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