Transmigración (D20)
-V, S, F- Cuesta 1D8 puntos de Magia y 2D6 puntos de COR. Al ejecutar este hechizo, el brujo coloca su alma en el interior de un receptáculo especial (una gema o un gran cristal) y deja su cuerpo exánime. A continuación, puede intentar apoderarse de un cuerpo cercano, encerrando su alma en el citado receptáculo. El efecto también le permite volver al interior del recipiente (devolviendo el alma atrapada a su cuerpo) e intentar poseer a otra criatura. El hechizo finaliza cuando envíe su alma de vuelta hasta su propio cuerpo (dejando vacío el receptáculo).
Para lanzar el hechizo, el receptáculo debe estar a la vista del brujo. Una vez ejecutado el hechizo y llevada a cabo la Transmigración, el cuerpo del brujo estará muerto a los ojos de todo el que lo observe.
Mientras esté en el receptáculo, podrá presentir y atacar a toda la fuerza vital que haya en un radio de 30 metros. No se necesitará una línea de efecto entre el receptáculo y tales criaturas. Sin embargo, el brujo no podrá saber a qué especie pertenecen las criaturas o cuál es su posición exacta. Si se tratara de un grupo de fuerzas vitales, podría discernir diferencias de 4 puntos de POD o más y saber si es una criatura viva o no-muerta.
Por ejemplo: si dos personajes de POD 10 estuvieran atacando a un perro (POD 2) y a cuatro guardias de POD 5, el brujo podría determinar que dentro de su alcance hay dos seres más poderosos y otros cinco más débiles, todas ellos criaturas vivas. Podría intentar apoderarse de una criatura poderosa o débil, pero una vez se decante por un grupo u otro, la criatura concreta a la que posea será determinada al azar.
Se tarda un asalto en intentar poseer un cuerpo. Al apoderarse de un cuerpo ajeno, se encierra el alma de la criatura en cuestión dentro del receptáculo, siempre y cuando el alma del brujo supere una tirada de Resistencia de su POD contra el del objetivo. Si la posesión falla, la fuerza vital del brujo se queda dentro del receptáculo y la víctima se beneficia de un éxito automático en los posteriores intentos de posesión del brujo.
Si el brujo tiene éxito, su fuerza vital pasará a ocupar el cuerpo del huésped y la fuerza vital de éste queda encerrada en el receptáculo. Al poseer el cuerpo de otro, el brujo conserva su INT, POD, EDU, COR, Puntos de Magia, habilidades y hechizos (teniendo en cuenta que se necesita una voz parecida a la humana para los componentes verbales, algo parecido a manos para los somáticos y tener a mano materiales y focos). El cuerpo conservará su FUE, CON, TAM, DES, APA, bonificación al daño, puntos de Vida y sus aptitudes automáticas y naturales (por ejemplo, el cuerpo de un pez respira bajo el agua). Un cuerpo dotado de extremidades adicionales no permite realizar más ataques (ni concede la ventaja de más ataques con dos armas) de los normales. No se pueden usar las aptitudes extraordinarias de ese cuerpo, ni sus hechizos.
En cualquier momento el brujo puede retornar al receptáculo, siempre que esté a menos de 30 m. devolviendo a su cuerpo el alma atrapada. El hechizo finaliza cuando el brujo envía su alma a su propio cuerpo (para lo cual tiene que pasar en primer lugar por el receptáculo, y “poseer” su propio cuerpo a continuación, con éxito automático, siempre que en ambos casos la distancia sea inferior a 30 m.)
Si el cuerpo huésped muere durante la posesión el brujo vuelve al receptáculo (siempre que esté dentro de su alcance) y el alma del huésped se marcharía (es decir, moriría definitivamente). Si el cuerpo del huésped muriese más allá del alcance del hechizo, morirían ambos. Toda fuerza vital que no tenga donde ir se considerará muerta.
Destruir el receptáculo pondría fin al hechizo, destruyendo a aquel cuya alma esté en su interior (ya sea el brujo o su huésped actual). En caso de que el brujo esté en el cuerpo de otra criatura, sin receptáculo ya no tendrá dónde volver y tendrá que apañárselas para buscar otra forma de posesión, quizás haciendo otro hechizo u otra Transmigración, si su nuevo cuerpo lo permite.
Las criaturas incorpóreas que conozcan este hechizo pueden usar como receptáculo cualquier objeto que tengan a mano, no sólo una gema o un cristal.
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