LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 2.27
ENCERRONA
Miguel Ángel (2).........Francoise Moller.........Investigador privado (de vuelta al grupo)
Dani (3)....................Samuel L. Crown.........Psicólogo
Lvis (4).....................Robert Smith..............Vagabundo
Migu3l (1).................Samuel Johnson...........Ex-Policía (de vuelta al grupo)
El día señalado, Francoise Moller ha concluido su deuda con la Ley, y el ex-agente Johnson se une a la causa de desenmascarar a Gavigan, quien le ha costado su puesto en el Yard.
A la hora acordada, Torpedo se planta a las puertas del Hilton con un potente vehículo. Sorprendido cuando le dicen que no serán dos, sino cuatro los pasajeros, Torpedo aprovecha para marcar unos adelantos exagerados que los investigadores no tienen más remedio que pagar.
Sin más dilación, Torpedo pone rumbo a La Pirámide Azul (N. del G.: con un coche del Yard detrás).
Una vez en el lugar, tienen que esperar poco tiempo para ver llegar al camión, que no es otro que el que les seguía estos días, y que tal y como había dicho la bailarina se para a las puertas del local para dejar subir a unos cuantos tipos, todos ellos árabes y dignos de toda desconfianza, a la parte de atrás para a continuación arrancar calle arriba.
Torpedo sigue hábilmente al camión (N. del G.: con el Yard detrás), que serpentea por Londres, hasta que se para en unos almacenes de estibación junto al Támesis, en Limehouse, (N. del G.: una parte de Londres lúgubre en donde abundan los garitos, los vagabundos, los adictos al opio, los restaurantes exóticos, las casas baratas y la gente poco recomendable. Ésta es una zona habitada sobretodo por residentes de las comunidades asiática y africana, sobretodo chinos, japoneses e hindús.) al contrario de lo que esperaban los investigadores. Allí, tanto los árabes de la parte de atrás como los de la cabina bajan y hablan con unos Lascars (N. del G.: marinos hindús) que vigilaban a las puertas del almacén, para a continuación entrar todos en su interior.
Con prudencia, los investigadores saltan del coche y se acercan poco a poco al almacén. De camino, hacen un agujero en el depósito de gasolina del camión y entran en el almacén. Éste es una nave de gran altura, en el que montones altísimos de cajas apiladas forman “calles” de madera. Por pasajes distintos y separados unos de otros, los investigadores se adentran sigilosamente en las entrañas del almacén. Al otro lado hay una entreplanta de oficinas; sin embargo, no encuentran a nadie en su interior. Tampoco se ve a nadie en la planta baja. En la pared opuesta por la que han entrado, la que da al Támesis, hay dos puertas, ambas muy sólidas y cerradas. Les resulta imposible forzarlas. La pared a este lado es de hormigón. No podrán abrirse paso por aquí.
En ese momento oyen un sonido metálico al otro lado del almacén, en donde está la puerta que han usado para entrar. Cuando vuelven se percatan de que la han cerrado por fuera. ¡Están atrapados! Les han tendido alguna clase de trampa. En ese momento, las luces del almacén se apagan, súbitamente.
Crown se queda en la puerta buscando el medio para abrirla; los demás corren a esconderse en el mejor sitio que puedan encontrar. Johnson sube a la entreplanta de oficinas, y Smith y Moller se esconden entre las cajas, en distintos lugares.
Mientras hurga en la puerta, Crown tiene un mal presentimiento. Se siente observado. Mira a su alrededor pero no ve nada. Con los pelos de punta, sigue con lo que hacía, hasta que un olor como a pelo quemado empieza a envolverle. La sensación de peligro es demasiado intensa, y Crown sale corriendo. De camino, se encuentra a Robert Smith, acuclillado en un hueco entre cajas. Moller también está cerca. Ninguno de los tres sabe lo que está ocurriendo. Poco después, vuelve a dejarse notar la extraña sensación de peligro y el olor a pelo quemado. Crown vuelve a salir corriendo, esta vez hacia la entreplanta de la oficina. Robert y Francoise aguardan escondidos.
El olor a pelo quemado es cada vez más intenso. Tanto que llega un punto en que Smith no puede respirar. El olor se clava en sus pulmones, y le impide tomar aire o hablar. Histérico, empieza a golpear las cajas a su alrededor en las convulsiones, y Moller intrigado ilumina en su dirección con la linterna. Por unos instantes, la luz muestra algo que no debería existir. Un Ser blasfemo que de otra forma no podría haber sido visto. Un horror que había insertado pseudópodos en la nariz y boca del desafortunado Smith, que estaba intentando ahogarle, y que en cuanto se le ilumina desaparece inmediatamente, repelido por la luz. A Moller le impacta la visión, pero para Smith, que implica un primerísimo plano del Terror que estaba intentando acabar con él, es demasiado y su mente se viene abajo. En un total estado de estupefacción, Moller se lo lleva a rastras hasta la escalera que sube a la entreplanta de oficinas, a cuyo pie espera Crown. Juntos de nuevo los tres, suben a las oficinas donde se encuentran con Johnson, atrincherado tras un sofá.
Sin tiempo para explicar lo sucedido, Moller busca una salida mientras Crown intenta calmar a Smith mediante sus conocimientos de psicología. En el otro extremo de la oficina, Johnson vigila la escalera de entrada, en la penumbra. Moller encuentra una escalera y la usa para alcanzar las cerchas del techo, y desde ahí accede, rompiendo un vidrio de los dientes de sierra, a las chapas metálicas de la cubierta del almacén. Mientras tanto Johnson empieza a percibir un extraño olor a pelo quemado...
Moller se las ingenia para retreparse hasta la cubierta, desde donde se asoma a la calle; ahí abajo está el camión, chorreando gasolina por el agujero que hicieron antes. Coge un trozo de tela, le prende fuego con su encendedor, y lo deja caer a través de la niebla, para a continuación correr a refugiarse.
Crown intenta traer de vuelta la mente de Smith, sin éxito. Necesita la ayuda de Johnson: “¿Johnson?” Crown ilumina la habitación, pero no ve a Johnson. Alejándose de la escalera que había usado Moller, Crown se acerca a donde estaba Johnson... ¡Una horrible cosa, como de jirones de niebla, está atacando a Johnson! La luz de su linterna la ilumina fugazmente, pero la Cosa desaparece. El olor a pelo quemado es especialmente intenso por aquí. Johnson está tirado en el suelo, desvalido, al borde de la asfixia. Crown puede sentir cómo el Ser ronda a su alrededor, buscando el modo de atacarles. Parece que la linterna la repele, así que Crown ilumina histérico en todas direcciones mientras arrastra a Johnson por el suelo hasta la escalera de Moller, donde había dejado a Smith. En ese momento, una gran explosión les tumba a todos en el suelo.
Esperan a que Moller vuelva a bajar por la escalera para abandonar las oficinas y volver a la planta baja. Las llamas se extienden rápidamente por el almacén, pero aún pueden intentar pasar por un boquete en la pared que ha abierto el camión al explotar. Moller, arrastrando a Smith, consigue que ambos lo atraviesen sin problemas y llegan a salvo a la calle. Moller deja tirado en el húmedo suelo a Smith y corre hacia el coche en donde aguarda Torpedo. Por su parte, Crown no tiene tanta suerte. Ya que carga con Johnson como si fuera un fardo, tarda más en cruzar y sus ropas se prenden. En un impulso de autoconservación, deja caer a Johnson y se reboza por el suelo húmedo por la niebla, apagando rápidamente las llamas sin daño alguno. Mientras tanto, Johnson sigue ardiendo y tiene que esperar a que Crown le ayude. Como puede, Crown consigue apagar las llamas del cuerpo de Johnson, cuya vida pende ahora de un hilo; entre las quemaduras y la asfixia está al borde de la muerte.
Cuando Moller llega al coche se encuentra a Torpedo, asfixiado. En un gesto totalmente falto de moral, y aprovechando la ausencia de los otros, coge el dinero que Torpedo portaba correspondiente al adelanto suyo y de Johnson por llevarles. Cuando llega Crown con los otros, Moller se hace el tonto y sugiere que tienen que huir cuanto antes.
El grupo se aleja a pie del almacén, ahora totalmente en llamas, y desde donde se empieza a extender el fuego a edificaciones adyacentes.
(N. del G.: Gavigan ha preparado esta encerrona a los investigadores para acabar con ellos de una vez por todas. Desde su laboratorio mágico, ha hecho crecer a este terrible Ser para acabar con sus vidas. El plan era atraer a los investigadores hasta este almacén de Limehouse, en donde los sectarios les dejarían encerrados para marcharse a continuación en barco con los lascars, Támesis arriba, hasta la Casa Misr. Gavigan en persona les estaba esperando cerca del almacén con la Cosa bajo control. El plan salió según lo planeado, salvo por una cosa: un coche que les estaba siguiendo, presumiblemente del Yard. Gavigan arroja el monstruo sobre los pobres agentes, que no pueden hacer nada para librarse de él. A continuación lo azuza contra el desafortunado Torpedo, que corre la misma suerte. Por último, ordena al Ser que acabe con todos los del interior del almacén y vuelve inmediatamente a la Casa Misr, pues no puede quedarse a presenciar el espectáculo en el almacén porque tiene que prepararse para dirigir el ritual de luna nueva de la Hermandad. Desafortunadamente para Gavigan, los investigadores se las han apañado para escapar y están sedientos de venganza.)
A la hora acordada, Torpedo se planta a las puertas del Hilton con un potente vehículo. Sorprendido cuando le dicen que no serán dos, sino cuatro los pasajeros, Torpedo aprovecha para marcar unos adelantos exagerados que los investigadores no tienen más remedio que pagar.
Sin más dilación, Torpedo pone rumbo a La Pirámide Azul (N. del G.: con un coche del Yard detrás).
Una vez en el lugar, tienen que esperar poco tiempo para ver llegar al camión, que no es otro que el que les seguía estos días, y que tal y como había dicho la bailarina se para a las puertas del local para dejar subir a unos cuantos tipos, todos ellos árabes y dignos de toda desconfianza, a la parte de atrás para a continuación arrancar calle arriba.
Torpedo sigue hábilmente al camión (N. del G.: con el Yard detrás), que serpentea por Londres, hasta que se para en unos almacenes de estibación junto al Támesis, en Limehouse, (N. del G.: una parte de Londres lúgubre en donde abundan los garitos, los vagabundos, los adictos al opio, los restaurantes exóticos, las casas baratas y la gente poco recomendable. Ésta es una zona habitada sobretodo por residentes de las comunidades asiática y africana, sobretodo chinos, japoneses e hindús.) al contrario de lo que esperaban los investigadores. Allí, tanto los árabes de la parte de atrás como los de la cabina bajan y hablan con unos Lascars (N. del G.: marinos hindús) que vigilaban a las puertas del almacén, para a continuación entrar todos en su interior.
Con prudencia, los investigadores saltan del coche y se acercan poco a poco al almacén. De camino, hacen un agujero en el depósito de gasolina del camión y entran en el almacén. Éste es una nave de gran altura, en el que montones altísimos de cajas apiladas forman “calles” de madera. Por pasajes distintos y separados unos de otros, los investigadores se adentran sigilosamente en las entrañas del almacén. Al otro lado hay una entreplanta de oficinas; sin embargo, no encuentran a nadie en su interior. Tampoco se ve a nadie en la planta baja. En la pared opuesta por la que han entrado, la que da al Támesis, hay dos puertas, ambas muy sólidas y cerradas. Les resulta imposible forzarlas. La pared a este lado es de hormigón. No podrán abrirse paso por aquí.
En ese momento oyen un sonido metálico al otro lado del almacén, en donde está la puerta que han usado para entrar. Cuando vuelven se percatan de que la han cerrado por fuera. ¡Están atrapados! Les han tendido alguna clase de trampa. En ese momento, las luces del almacén se apagan, súbitamente.
Crown se queda en la puerta buscando el medio para abrirla; los demás corren a esconderse en el mejor sitio que puedan encontrar. Johnson sube a la entreplanta de oficinas, y Smith y Moller se esconden entre las cajas, en distintos lugares.
Mientras hurga en la puerta, Crown tiene un mal presentimiento. Se siente observado. Mira a su alrededor pero no ve nada. Con los pelos de punta, sigue con lo que hacía, hasta que un olor como a pelo quemado empieza a envolverle. La sensación de peligro es demasiado intensa, y Crown sale corriendo. De camino, se encuentra a Robert Smith, acuclillado en un hueco entre cajas. Moller también está cerca. Ninguno de los tres sabe lo que está ocurriendo. Poco después, vuelve a dejarse notar la extraña sensación de peligro y el olor a pelo quemado. Crown vuelve a salir corriendo, esta vez hacia la entreplanta de la oficina. Robert y Francoise aguardan escondidos.
El olor a pelo quemado es cada vez más intenso. Tanto que llega un punto en que Smith no puede respirar. El olor se clava en sus pulmones, y le impide tomar aire o hablar. Histérico, empieza a golpear las cajas a su alrededor en las convulsiones, y Moller intrigado ilumina en su dirección con la linterna. Por unos instantes, la luz muestra algo que no debería existir. Un Ser blasfemo que de otra forma no podría haber sido visto. Un horror que había insertado pseudópodos en la nariz y boca del desafortunado Smith, que estaba intentando ahogarle, y que en cuanto se le ilumina desaparece inmediatamente, repelido por la luz. A Moller le impacta la visión, pero para Smith, que implica un primerísimo plano del Terror que estaba intentando acabar con él, es demasiado y su mente se viene abajo. En un total estado de estupefacción, Moller se lo lleva a rastras hasta la escalera que sube a la entreplanta de oficinas, a cuyo pie espera Crown. Juntos de nuevo los tres, suben a las oficinas donde se encuentran con Johnson, atrincherado tras un sofá.
Sin tiempo para explicar lo sucedido, Moller busca una salida mientras Crown intenta calmar a Smith mediante sus conocimientos de psicología. En el otro extremo de la oficina, Johnson vigila la escalera de entrada, en la penumbra. Moller encuentra una escalera y la usa para alcanzar las cerchas del techo, y desde ahí accede, rompiendo un vidrio de los dientes de sierra, a las chapas metálicas de la cubierta del almacén. Mientras tanto Johnson empieza a percibir un extraño olor a pelo quemado...
Moller se las ingenia para retreparse hasta la cubierta, desde donde se asoma a la calle; ahí abajo está el camión, chorreando gasolina por el agujero que hicieron antes. Coge un trozo de tela, le prende fuego con su encendedor, y lo deja caer a través de la niebla, para a continuación correr a refugiarse.
Crown intenta traer de vuelta la mente de Smith, sin éxito. Necesita la ayuda de Johnson: “¿Johnson?” Crown ilumina la habitación, pero no ve a Johnson. Alejándose de la escalera que había usado Moller, Crown se acerca a donde estaba Johnson... ¡Una horrible cosa, como de jirones de niebla, está atacando a Johnson! La luz de su linterna la ilumina fugazmente, pero la Cosa desaparece. El olor a pelo quemado es especialmente intenso por aquí. Johnson está tirado en el suelo, desvalido, al borde de la asfixia. Crown puede sentir cómo el Ser ronda a su alrededor, buscando el modo de atacarles. Parece que la linterna la repele, así que Crown ilumina histérico en todas direcciones mientras arrastra a Johnson por el suelo hasta la escalera de Moller, donde había dejado a Smith. En ese momento, una gran explosión les tumba a todos en el suelo.
Esperan a que Moller vuelva a bajar por la escalera para abandonar las oficinas y volver a la planta baja. Las llamas se extienden rápidamente por el almacén, pero aún pueden intentar pasar por un boquete en la pared que ha abierto el camión al explotar. Moller, arrastrando a Smith, consigue que ambos lo atraviesen sin problemas y llegan a salvo a la calle. Moller deja tirado en el húmedo suelo a Smith y corre hacia el coche en donde aguarda Torpedo. Por su parte, Crown no tiene tanta suerte. Ya que carga con Johnson como si fuera un fardo, tarda más en cruzar y sus ropas se prenden. En un impulso de autoconservación, deja caer a Johnson y se reboza por el suelo húmedo por la niebla, apagando rápidamente las llamas sin daño alguno. Mientras tanto, Johnson sigue ardiendo y tiene que esperar a que Crown le ayude. Como puede, Crown consigue apagar las llamas del cuerpo de Johnson, cuya vida pende ahora de un hilo; entre las quemaduras y la asfixia está al borde de la muerte.
Cuando Moller llega al coche se encuentra a Torpedo, asfixiado. En un gesto totalmente falto de moral, y aprovechando la ausencia de los otros, coge el dinero que Torpedo portaba correspondiente al adelanto suyo y de Johnson por llevarles. Cuando llega Crown con los otros, Moller se hace el tonto y sugiere que tienen que huir cuanto antes.
El grupo se aleja a pie del almacén, ahora totalmente en llamas, y desde donde se empieza a extender el fuego a edificaciones adyacentes.
(N. del G.: Gavigan ha preparado esta encerrona a los investigadores para acabar con ellos de una vez por todas. Desde su laboratorio mágico, ha hecho crecer a este terrible Ser para acabar con sus vidas. El plan era atraer a los investigadores hasta este almacén de Limehouse, en donde los sectarios les dejarían encerrados para marcharse a continuación en barco con los lascars, Támesis arriba, hasta la Casa Misr. Gavigan en persona les estaba esperando cerca del almacén con la Cosa bajo control. El plan salió según lo planeado, salvo por una cosa: un coche que les estaba siguiendo, presumiblemente del Yard. Gavigan arroja el monstruo sobre los pobres agentes, que no pueden hacer nada para librarse de él. A continuación lo azuza contra el desafortunado Torpedo, que corre la misma suerte. Por último, ordena al Ser que acabe con todos los del interior del almacén y vuelve inmediatamente a la Casa Misr, pues no puede quedarse a presenciar el espectáculo en el almacén porque tiene que prepararse para dirigir el ritual de luna nueva de la Hermandad. Desafortunadamente para Gavigan, los investigadores se las han apañado para escapar y están sedientos de venganza.)
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