LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 1a2.12
15 DE FEBRERO, POR LA NOCHE
Lvis (2)..................Richmond Burke.......Político
Dani (1).................Herbert Stockton.......Historiador
Descienden por las cubiertas del barco hasta el entrepuente, desde donde pueden acceder a la cubierta de máquinas. Stockton porta su bastón-estoque, y Burke un farol de aceite para combatir la oscuridad en los claustrofóbicos pasillos interiores. Tras varias vueltas sin rumbo por las tripas del barco distinguen delante dos siluetas entre las nubes de vapor. ¿Marineros? Se están acercando hacia ellos. Deciden, prudentemente, darse la vuelta para volver por donde han venido. Pero otras dos siluetas se acercan hacia ellos desde esa dirección. Y no tienen ningún pasillo lateral por el que desviarse… Sintiéndose amenazados por lo que parece una emboscada en toda regla, Stockton desenfunda su estoque, mientras los dos pares de siluetas estrechan el cerco. Efectivamente, son marineros. Y portan grandes cuchillos en las manos. Por suerte, sólo hay espacio para el combate uno contra uno en el estrecho corredor.
Burke y Stockton se defienden espalda contra espalda de las feroces cuchilladas que les lanzan los marineros, extranjeros como el espía que les acechaba por la tarde en su camarote. Además reparan en que llevan unos extraños medallones, como el del espía; y como el del sobrecargo… Tras varias acometidas, Stockton ya está seriamente herido por cuchilladas. Burke arroja a su adversario el farol de aceite, que prende vorazmente en sus ropas y consume al atacante. Éste se arroja sobre Burke, que le aparta de una patada, con la mala suerte de que sus pantalones también se prenden con el aceite sobrante. Burke se ve obligado a quitarse los pantalones mientras su oponente cae calcinado, pero no lo hace lo suficientemente rápido y sufre graves quemaduras en las piernas. Enfurecido por la caída de su compañero, el segundo marinero se abalanza sobre Burke por encima del cadáver ardiente. Sin embargo debe frenar cuando Burke le arroja los pantalones ardiendo a la cara. Apartándolos de un empellón, vuelve a cargar sobre Burke… pero se detiene. Mirando aterrado a un punto más allá a la espalda de Burke, retrocede, y se da la vuelta para huir corriendo por el corredor. Burke se da la vuelta mientras escucha un macabro crujido, y un fluido caliente y viscoso le salta a la cara, rociándole. Antes de que pueda abrir los ojos, puede distinguir las voces de Stockton y de uno de los marineros, gritando. Cuando los abre, se arrepiente de haberlo hecho. Una criatura de pesadilla se alza ante ellos. Un horror de carne putrefacta, humanoide, y que les saca más de dos cabezas. Como salido de la nada. Al parecer, el ser ha cogido a uno de los marineros y le ha “desenroscado” la cabeza (N. del G.: no se me ocurre otra expresión mejor para definir la habilidad y la soltura con la que la cosa ha arrancado la cabeza del marinero, rociando a todos con su sangre. Quizás fuera válida también “descorchar”). Burke y Stockton echan a correr aterrorizados mientras el marinero restante, que intenta huir, es apresado por el monstruo. Sus gritos duran hasta el sonoro “grrrrracckh” del descorchado de su cabeza. Al parecer, la cosa se deleita con los sesos de los marineros.
En su loca huida los investigadores se desorientan por los laberínticos pasillos. Avanzando, acaban por escuchar entre los ruidos mecánicos un rumor de voces humanas. Esperanzados por acabar con esta pesadilla, avanzan hacia las voces. Al parecer, están cantando. El final del pasillo se abre a un ensanchamiento, como una habitación entre las máquinas. Para su sorpresa, la pareja irrumpe en lo que parece ser un ritual religioso de los marineros. Sectario, de hecho. ¡Y el sacerdote es el sobrecargo! Los cantos se interrumpen. Los marineros observan furiosos a la temblorosa pareja de investigadores. Éstos reaccionan, y arrojan lo que llevan encima al sobrecargo-sacerdote, que se carcajea de forma siniestra mientras los marineros-sectarios se lanzan sobre ellos. Sin pensárselo dos veces, Stockton arroja una de sus sustancias químicas, que es extremadamente corrosiva, y el recipiente va a impactar justo en la cara del sobrecargo y se desparrama por ella, deshaciéndole la carne. Sus carcajadas pasan a ser estertores macabros mientras sus tejidos blandos se deshacen por la reacción química provocada por la sustancia de Stockton. Justo en ese preciso instante, el ser del que creían haber huido antes se materializa de la nada entre los sectarios y los investigadores.
Burke y Stockton se defienden espalda contra espalda de las feroces cuchilladas que les lanzan los marineros, extranjeros como el espía que les acechaba por la tarde en su camarote. Además reparan en que llevan unos extraños medallones, como el del espía; y como el del sobrecargo… Tras varias acometidas, Stockton ya está seriamente herido por cuchilladas. Burke arroja a su adversario el farol de aceite, que prende vorazmente en sus ropas y consume al atacante. Éste se arroja sobre Burke, que le aparta de una patada, con la mala suerte de que sus pantalones también se prenden con el aceite sobrante. Burke se ve obligado a quitarse los pantalones mientras su oponente cae calcinado, pero no lo hace lo suficientemente rápido y sufre graves quemaduras en las piernas. Enfurecido por la caída de su compañero, el segundo marinero se abalanza sobre Burke por encima del cadáver ardiente. Sin embargo debe frenar cuando Burke le arroja los pantalones ardiendo a la cara. Apartándolos de un empellón, vuelve a cargar sobre Burke… pero se detiene. Mirando aterrado a un punto más allá a la espalda de Burke, retrocede, y se da la vuelta para huir corriendo por el corredor. Burke se da la vuelta mientras escucha un macabro crujido, y un fluido caliente y viscoso le salta a la cara, rociándole. Antes de que pueda abrir los ojos, puede distinguir las voces de Stockton y de uno de los marineros, gritando. Cuando los abre, se arrepiente de haberlo hecho. Una criatura de pesadilla se alza ante ellos. Un horror de carne putrefacta, humanoide, y que les saca más de dos cabezas. Como salido de la nada. Al parecer, el ser ha cogido a uno de los marineros y le ha “desenroscado” la cabeza (N. del G.: no se me ocurre otra expresión mejor para definir la habilidad y la soltura con la que la cosa ha arrancado la cabeza del marinero, rociando a todos con su sangre. Quizás fuera válida también “descorchar”). Burke y Stockton echan a correr aterrorizados mientras el marinero restante, que intenta huir, es apresado por el monstruo. Sus gritos duran hasta el sonoro “grrrrracckh” del descorchado de su cabeza. Al parecer, la cosa se deleita con los sesos de los marineros.
En su loca huida los investigadores se desorientan por los laberínticos pasillos. Avanzando, acaban por escuchar entre los ruidos mecánicos un rumor de voces humanas. Esperanzados por acabar con esta pesadilla, avanzan hacia las voces. Al parecer, están cantando. El final del pasillo se abre a un ensanchamiento, como una habitación entre las máquinas. Para su sorpresa, la pareja irrumpe en lo que parece ser un ritual religioso de los marineros. Sectario, de hecho. ¡Y el sacerdote es el sobrecargo! Los cantos se interrumpen. Los marineros observan furiosos a la temblorosa pareja de investigadores. Éstos reaccionan, y arrojan lo que llevan encima al sobrecargo-sacerdote, que se carcajea de forma siniestra mientras los marineros-sectarios se lanzan sobre ellos. Sin pensárselo dos veces, Stockton arroja una de sus sustancias químicas, que es extremadamente corrosiva, y el recipiente va a impactar justo en la cara del sobrecargo y se desparrama por ella, deshaciéndole la carne. Sus carcajadas pasan a ser estertores macabros mientras sus tejidos blandos se deshacen por la reacción química provocada por la sustancia de Stockton. Justo en ese preciso instante, el ser del que creían haber huido antes se materializa de la nada entre los sectarios y los investigadores.
"el ser... se materializa de la nada"
La cosa (N. del G.: que antes estaba bajo el control del sacerdote, pero que ahora es libre de campar a sus anchas gracias a Stockton) está indecisa sobre que cabeza escoger. Todas son suculentas. Todos permanecen apabullados por el terror hasta que el ser se decide… por el lado con más cabezas. Stockton y Burke escapan por un lateral mientras los marineros se intentan alejar del macabro ser. Llegan a oír a algún desdichado más perder su cabeza.
Cuando pensaban que nunca podrían lograrlo, encuentran una puerta de salida al entrepuente. Más mal que bien, llegan hasta la seguridad de sus camarotes en la Cubierta A. Por el camino, compran a uno de los pobres unos pantalones para Burke (N. del G.: cabe señalar el espectáculo que ofrecen los investigadores por todas las cubiertas hasta llegar a su camarote: Stockton sangra, malherido, por múltiples cortes de las cuchilladas del marinero; Burke está medio chamuscado, y ahora lleva unos pantalones que obviamente no son acordes a su nivel económico. Ambos están desaliñados y alienados por lo que les acaba de ocurrir). Desde su camarote, hacen llamar a un camarero, para que a su vez les traiga un médico. Convencen a éste para que les cure sin contar nada de lo que vea por un módico precio, para que nadie se entere de lo ocurrido (N. del G.: aunque esto es absurdo porque, como ya he dicho, se les ha visto por todas las cubiertas de camino a su camarote).
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