LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP - CC- 5a6.12

REVELACIÓN

Pablo (1).................Jason Dallas................Mercenario
Adrián (1)................Sofía Wells (Srta.)........Parapsicóloga (amiga de Jackson Elías)


Sofía Wells anda por el pasillo hasta llegar a la puerta 410, y la abre. Ahí la espera su amigo Jackson, que tiende la mano hacia ella; horrorizada contempla como Jackson sufre mientras sus intestinos se derraman por el corte de su vientre. “¡Sofía...!” Wells ve al asesino de extraños ropajes y un gorro con una tira roja mientras intenta salir por la ventana. Loca de ira corre hasta él, le agarra y le obliga a darse la vuelta: ¡¡Es ella misma!! Ahora se da cuenta de que ya estaba en la habitación y de que viste como los sectarios de la Lengua Sangrienta. Elías, moribundo, la mira suplicante y entre gorgoteos de sangre dice: “¡¿Por... por qu... é...?!
Fuera de sí sale de la habitación y entra al camarote del barco, donde el cadáver del profesor Paterson se zarandea en su horca horriblemente hinchado por los gases de la descomposición. Abre los ojos cargados de una mirada acusadora y la señala: “Tú provocaste mi muerte Sofía...
Huye tan rápido como puede y se tira por la borda. Cae interminablemente mientras se aleja del avión. Sobre su cabeza hay otras personas cayendo, los otros pasajeros, que son todos los que ha ido conociendo y que ahora están muriendo sin que ella pueda hacer nada. Puede oír sus gritos de agonía y súplica mientras son devorados por un terrible ser invisible. “¡Sofía, no nos abandones!
Ella cae sola en la arena del desierto. Camina entre ruinas ciclópeas de millones de años de antigüedad, que ya estaban allí antes de que los humanos recorriesen esa tierra. De repente, las arenas empiezan a agitarse como si tuvieran vida propia, y con ella como centro, a su alrededor se empieza a formar en la arena una espiral abierta que crece más y más. Una voz de ultratumba, sin inflexiones humanas, ruge en su cabeza: “Sofía...” se da cuenta que proviene de un enorme murciélago de arena que se alza entre las sombras de las ruinas de piedra “...poco puedes hacer, salvo provocar la muerte de los que te rodean y extender el caos para mi deleite...” En ese momento el cielo se oscurece con millones de murciélagos que vuelan por encima de ella tapando el Sol. “...es inútil que trates de resistir a lo inevitable”.
Un niño coge su mano. Es un pequeño aborigen australiano, con los ojos brillantes y muy abiertos, que irradian sabiduría. Va desnudo, y porta una larga vara de madera labrada. Oye la voz del chico en su cabeza: “Mi madre me envía a ayudarte. Debes volver y acabar lo que has empezado, antes de que se oscurezca el Sol.” Entonces el Chico toca la arena con sus manos, los murciélagos desaparecen del cielo y la arena del desierto es cubierta por una lámina de agua cristalina hasta donde alcanza la vista. El chico forma entonces un cuenco con sus manos y le ofrece agua a Wells para que beba.
Wells despierta sudando en la cama. Reconoce su habitación del hotel de Puerto Hedland, en Australia. Junto a ella está Jason Dallas, que le dice que lleva enferma, entre delirios, varios días. Los otros ya deben de haber llegado a las coordenadas indicadas por MacWhirr, y ya deben de estar a poco tiempo de volver a Cuncudgerie. Quizá sería mejor encontrarse allí con ellos.


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