LAS MASCARAS DE NYARLATHOTEP- CC- 5.04

LAS CATARATAS DEL DINGO

Miguel Ángel (3).......James Curtnert............Cazador
Dani (5)..................Adrian Eastwood..........Agente de negocios de importación-exportación
Migu3l (4)...............Frank Donahew.............Arqueólogo del Museo Egipcio de El Cairo
Lvis (6)...................Steve Donahew............Antropólogo del Museo Egipcio de El Cairo y profesor de Universidad


Tras concluir los preparativos, la expedición dispone de dos excelentes camiones ligeros Daimler y víveres para un mes. Deberán proveerse de agua mediante continuas visitas a los pozos situados a lo largo de la ruta de ganado de Canning (un camino a través del desierto usado para llevar ganado desde las Kimberley hasta Wiluna y Kalgoorlie, más al Sur). El viaje hasta las coordenadas de MacWhirr dura cuatro días, salvo imprevistos. La primera parada se hará en el pozo de las Cataratas del Dingo. Para conducir los camiones se ha contratado a sendos conductores (blancos). En el primer camión van, a parte del conductor, Cowles, Eastwood y Frank Donahew. En el otro camión van Dodge, Curtnert y Steve Donahew (N. del G.: que lo pasa bastante mal con el traqueteo del camión, que no le hace ningún bien a sus heridas).
Según se alejan de Cuncudgerie, el paisaje va siendo cada vez más desolado. El animado profesor Dodge explica a sus interlocutores que “un humano de estatura media necesita cada día al menos unos cuatro litros y medio de agua y una cantidad extra de sal, para poder sobrevivir bajo las temperaturas reinantes en el desierto. Los principales peligros son las insolaciones y las quemaduras solares. Una persona que viaje a pie viajará mejor por la noche, en las primeras horas de la mañana y en las últimas del atardecer; gracias a moverse cuando las temperaturas son más bajas y a descansar cuando hace más calor, el viajero conserva el calor y el agua corporales. Si se está a pocos días de viaje del destino, se puede olvidar la comida siempre y cuando haya agua suficiente. En los viajes más largos, se deberá buscar comida, con lo que la marcha se hará más lenta”.

Por la tarde, los dos camiones paran. Poco más de cien metros más allá, grandes rocas rojas ascienden formando una cresta escabrosa. La formación de roca se parece a una ola como las de los surfistas a punto de caer, petrificada para siempre. Este lugar se conoce como las Cataratas del Dingo. La formación evita que una charca que hay a sus pies se evapore con el sol. La charca tiene unos cinco metros de ancho. Salvo por ser uno de los escasos lugares naturales con agua, la charca no tiene nada de especial. Por encima de la charca, a unos cinco metros de altura, hay tres cuevas profundas.
El calor y el polvo parecen no tener fin, pero por la noche las temperaturas descienden súbitamente. Envueltos en las mantas de sus camastros (que, por cierto, nunca son lo bastante gruesas) los investigadores miran a un firmamento estrellado que no les es familiar, dominado por una constelación brillante, la Cruz del Sur. Cuando el calor desaparece, el aire es diáfano. Los animales vienen aquí por la noche, incluidas las serpientes, por lo que el grupo acampa a una distancia prudencial. Los paranoicos investigadores deciden hacer turnos de vigilancia durante la noche.

Durante el turno de Eastwood, éste puede ver a un hombre pululando por las inmediaciones de la charca. ¿Será el padre de los Slattery que quiere robarles o algo peor? Coge los prismáticos para verle mejor, ya que la noche es bastante clara. Es un hombre con un sombrero de ala ancha, de barba grande y poblada, pantalones abombados, camisa gastada y chaleco. Incomprensiblemente sus pies están desnudos. De repente, Eastwood comprende que ese hombre le está mirando directamente a los ojos, lo cual es imposible a esa distancia, y mucho menos sin prismáticos. Otro detalle hace temblar el pulso de Eastwood: ¡el hombre es translúcido! Asustado, Eastwood observa cómo el hombre señala hacia arriba, a la cueva de la derecha. Allí no hay nada; cuando Eastwood vuelve a enfocar a donde estaba la aparición, ya no está.
La aparición

Asustado, Eastwood despierta a todos y les cuenta lo sucedido. En este momento Cowles ilustra a todos con otra conferencia: “Australia tiene una sólida tradición de fantasmas. Muchos de los primeros colonos emigraron de las Islas Británicas, especialmente de Irlanda y trajeron consigo sus creencias e historias sobrenaturales. Hay, además, una segunda fuente bien documentada de espíritus intranquilos: el expolio de los lugares sagrados de los aborígenes, que ha dado lugar a algunos de las apariciones más espectaculares de todo el continente, aunque a veces el elemento aborigen sólo es mencionado de pasada. El hecho que las sombras australianas tiendan a aparecerse en desiertos y colinas de monte bajo, en vez de los tradicionales castillos y almenas de Europa, es a la vez apropiado y estremecedor.
Algunos de los más famosos fantasmas de Australia son bastante mundanos. Frederick Fisher fue un ex-convicto que montó una granja junto con un tal Worrel, un amigo bajo libertad condicional, en el distrito de Cambelltown en Nueva Gales del Sur, en los años 1820. Fisher desapareció en 1826 y Worrel dijo a los amigos y vecinos que había vuelto a Inglaterra. En octubre de ese mismo año, el fantasma de Fisher fue visto varias noches, sentado estoicamente sobre la barandilla de un puente. La subsiguiente investigación (a la luz del día) descubrió manchas de sangre en la barandilla sobre la que se había sentado el fantasma. Una búsqueda en el río acabó por hallar el cuerpo lastrado de Fisher en el fondo del mismo. En el juicio nunca se mencionó al fantasma”.
Cowles dice que conoce muchas otras historias, pero que mañana les espera un día duro y sería mejor volver a dormir. Ninguno de ellos puede dormir tranquilo después de lo ocurrido.

A la mañana siguiente se deciden a explorar la cueva que señaló el fantasma. Pero para eso alguien tiene que trepar hasta allí. Todos animan a Curtnert, que arrojadamente intenta escalar la distancia hasta la cueva sin ninguna medida de seguridad, con desastrosas consecuencias: a medio camino resbala y cae a la muy poco profunda charca, sufriendo bastantes daños.
El siguiente en intentarlo es Frank Donahew, que prudentemente pide que los demás sujeten una manta abajo por si le pasa lo mismo que a Curtert. Y hace bien, porque en el primer intento la polvorienta pared de roca le juega una mala pasada y acaba en la manta. Cuando se repone del susto, vuelve a intentarlo y esta vez lo consigue. Desde arriba asegura como buenamente puede una escalerilla de cuerda para que los demás puedan ascender.
La cueva es profunda, y la luz no llega a iluminar el fondo. Tras recorrer unos veinte metros, se encuentran con unos huesos fácilmente identificables como humanos. En este lugar tan seco, los restos de las ropas se conservan bien. No hay ningún tipo de calzado. Las ropas fueron quemadas. Steve Donahew determina que el esqueleto tiene unos diez años de antigüedad.
Los investigadores deducen que el fantasma que vio Eastwood anoche es el de este cadáver. Según lo indicado por Cowles, es probable que la aparición considere injusta su muerte y quiera que se haga justicia. Aunque es tentador investigar el caso, deciden que tienen cosas más importantes que hacer (N. del G.: tuve en cuenta esta posibilidad, pero la verdad es que no me lo esperaba). Al principio se plantean llevarse los restos para enterrarlos, pero como no hay sacerdotes ni cementerios cerca de aquí, usan la radio para decirle a Wells que se comunique con las autoridades. Unas horas después se personan una pareja de policías que a partir de ahora se encargarán de todo. Tras entrevistar a los presentes (que en ningún momento mencionan al fantasma) vuelven a lo suyo. Por su parte, la expedición continúa internándose en el desierto.


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